A PLENO PULMÓN
Los huevos históricos (II)

A PLENO PULMÓN<BR>Los huevos históricos (II)

La cuestión de la venta de pollos y huevos en la frontera dominico-haitiana ha dejado al descubierto el “trasfondo colectivo” que divide a los dos países.  Los bornes fronterizos pueden ser desenterrados, el crecimiento del nivel de los lagos consigue hacer invisible en ciertas zonas la línea trazada por el Tratado Fronterizo Dominico-haitiano de 1929; pero lo que no desaparece nunca son las diferencias culturales entre las dos poblaciones que comparten la isla.  Son países unidos por la geografía y separados por la psicología social.  En su libro “Negros, mulatos y blancos”, Alfred Viau nos dice: “El prejuicio de color en Haití es un sentimiento colectivo, opresivo, sanguinario y monstruoso.  Es la causa de todas nuestras desgracias.  Es la peste que devora a Haití”.

 La guerra de independencia en Haití fue una guerra social frente a la opresión de la esclavitud; también una guerra racial contra los blancos franceses.  En los levantamientos que jalonaron la independencia haitiana, entre 1791 y 1804, hubo participación destacada de sacerdotes del “vodou”.  Desde la época de Mackandal, la magia y los dioses negros estuvieron presentes en la revolución de los esclavos.  El sonido del caracol y de los tambores les avisó el momento de iniciar el degüello de los blancos.  Entre los boticarios franceses “mackandales” todavía es sinónimo de “venenos”.

 Esta es la causa por la cual Léon-François Hoffmann afirma en su estudio “Couleurs, croyances, creole” que los tres puntales de la identidad de los haitianos son: la negritud, la religión “vodou” y la lengua “creole”.  Desde el nacimiento de sus empeños nacionales, han estados unidos a los “griots”, a los narradores tradicionales de la historia de África.  Ellos son equivalentes de los trovadores medievales en Europa.  El etnólogo haitiano Price-Mars escribió un famoso libro titulado “Así hablaba el tío”.

 Algunas ONG extranjeras, unos cuantos sacerdotes bien intencionados, se empeñan en mezclar dos substancias insolubles.  Cada vez que logran “contactos inmediatos” surge un rechazo a manera de repulsión magnética primaria.  Todo por ignorancia de la historia de ambos países o desconocimiento de la antropología cultural.  Ojalá que la prudencia de “personas mayores”, en Haití y en RD, impida una explosión de xenofobia que retrotraiga nuestras relaciones al siglo pasado.

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