A PLENO PULMÓN
Los miedos trenzados

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Muchos haitianos residentes en la RD tienen miedo; creen que las “presiones norteamericanas” a favor de los emigrantes de su país podrían desatar reacciones contra quienes ya están viviendo entre nosotros.  Jean Bertin ha expresado el deseo de “que no se afecte el clima de armonía”  que mantienen dominicanos y haitianos hasta este momento.  Dice que los motivos de fricción son mínimos; pues solo el 3% de los haitianos que vive en territorio dominicano “incurre en acciones criminales”. Es razonable que personas tranquilas, que tienen trabajo y atención médica, no quieran perder “ventajas” que no encuentran fácilmente en su país de origen.

Los políticos norteamericanos también tienen miedo; su país ha sufrido un severo descalabro económico.  Bancos que hicieron operaciones durante siglo y medio, que parecían inexpugnables, se fueron a pique en la última crisis financiera.  Empresas que simbolizaban el poderío industrial de los EUA se tambalearon peligrosamente.  La recuperación de las bolsas de valores, los índices de producción, el nivel de empleos, son asuntos que preocupan a economistas, legisladores, hombres de negocios.  Las empresas norteamericanas no pueden emplear a todos los nacionales que empleaban hace cinco años.  Ni dar “cabida cómoda” a tantos inmigrantes extranjeros.

Durante el gobierno de George W. Bush el prestigio de los Estados Unidos experimentó algunos “bajones” importantes.  Por la guerra en Iraq y por otros motivos.  El dólar, gran divisa mundial que conserva una fortaleza notable, es objeto de pronósticos poco venturosos.  Joseph Stiglitz, economista experto en las recesiones del sudeste de Asia, ha expresado públicamente sus preocupaciones con respecto del dólar.  Los norteamericanos, con toda razón, creen que emigrantes pobres, sin buena salud y poca educación, no son convenientes para su economía en la actualidad. Sienten “miedos sociales” e incertidumbres económicas.  Es mejor “que vayan a otra parte”.

Los países pequeños no salen de las crisis sin endeudarse considerablemente; la producción, reducida o limitada por exigencias de los mercados, obliga a los trabajadores a emigrar.  Los gobiernos, en apuros, cobran menos impuestos internos y aceptan más imposiciones extranjeras.  Los dominicanos tenemos miedo de morder el polvo y perder la paz social.  Con toda razón, como los norteamericanos, como los haitianos residentes aquí.  Los miedos trenzados suelen ser explosivos.

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