En el escrito de ayer intenté reproducir la atmósfera social en que vivía la pequeña clase media dominicana en los años 1958/1959, momento crítico del inicio del descenso de la dictadura de Trujillo. Lo titulé Mundos desaparecidos. En lugar de estos han surgido otros mundos, articulados o superpuestos a una sociedad radicalmente distinta de aquella.
Es, efectivamente, nuestra sociedad, habita el mismo territorio, continúa algunas tradiciones bien conocidas, en la cocina, en la música; pero la de hoy es una sociedad que ha variado el estilo y las valoraciones, tanto la forma como el fondo. El cambio ha sido gradual y constante. Algunos lo lamentan amargamente. Otros, ni siquiera lo han advertido. En primer lugar, la población ha crecido hasta llegar a unos 10 millones de habitantes.
De esa población, la mayor parte reside en las ciudades. La población rural es mínima. Ocurría lo contrario en tiempos de Trujillo. Ese hecho ha transformado los métodos de hacer política. No hay en los campos ningún patriarca que influya en las decisiones de los lugareños. Los trabajadores agrícolas del campo dominicano son, principalmente, haitianos. Los dominicanos nacidos en las zonas rurales no tienen interés en cultivar la tierra. Antes que criar burros, prefieren poner árganas a una motocicleta. La banca de apuestas es más lucrativa que la siembra de víveres.
La radio, la TV, los periódicos, Facebook, Twitter, telefonía celular, mantienen comunicados constantemente a los habitantes de todas las regiones. Las aglomeraciones en centros comerciales, oficinas públicas, la congestión del tránsito en las avenidas principales, inclinan a los dominicanos a vivir a codazos limpios. La cortesía y las buenas maneras son residuos de otras épocas más lentas o pausadas, de competencia menos feroz.
Es vieja la frase: haz dinero honradamente; y si no, haz dinero; antiguamente tenía una connotación picaresca; había que ser hábil con los procedimientos comerciales, no demasiado exigente con las pesas y medidas. Ahora es una declaración de libertad criminal. El uso de drogas como hábito de grupos es un elemento inseparable de la vida urbana. Las vigencias sociales determinan el ancho de la corbata, el tamaño y la marca del vehículo que debemos comprar. También las diversas formas de hacer dinero con rapidez.