Un amigo a quien conozco desde niño me ha dicho enfáticamente: Estoy decidido a no ser víctima permanente de la situación que impera en mi país. ¿Qué te ocurre? pregunté. El viejo amigo, irritado, exclamó: para sobrevivir en Santo Domingo hay que ser parte de algún grupo de presión, de choque, de partido o de mafiosos. Contó entonces que había visitado un taller de mecánica automotriz situado en un barrio marginal; buscaba reparar allí piezas del mecanismo que sube y baja los vidrios de las ventanas de su vehículo. Estacionó el carro en una estrecha calle llena de basura. Al tratar de encender el automóvil descubrió que la batería había perdido la carga.
Nadie ofreció prestar una batería, momentáneamente, para que pudiera arrancar el motor; nadie disponía de cables para transmitir energía a una batería muerta. No tuvo más camino que montar en la cola de una motocicleta para ir a otro barrio cercano a solicitar ayuda de un baterimán. Cuando regresó encontró que a su carro le faltaban dos gomas. En la estrecha callecita había muchos vehículos con el capó del motor levantado, cada uno por un problema diferente. Nadie vio cuando se llevaron las gomas y los aros. En esa zona también trabajan gomeros.
El baterimán, consternado, preguntó a mi amigo si él tenía gato y goma de repuesto. Comprobaron enseguida que ambas cosas habían desaparecido. Para llevarse el carro habría que arreglar la batería y conseguir dos aros con gomas, señaló un sujeto con cachucha negra. El baterimán recomendó a su cliente que buscara tres personas para cuidar el carro en lo que resolvía lo de las gomas y la batería; y en voz baja añadió: hay que hacerlo pronto, antes de que anochezca; de lo contrario podrían asaltarnos; vaya rápido a buscar la gente de mi taller.
Finalmente, el vehículo pudo salir de la zona peligrosa. Se perdieron tres gomas, tres aros y un gato. El costo del salvamento, reparación y auxilios, resultó mayor de lo previsto. La experiencia de la batería descargada ha sido traumática para mi amigo. Pudo palpar la vida de los barrios pobres, lugares sucios donde todo el mundo hace la vista gorda y nunca aparecen policías.