A PLENO PULMÓN
Machetazos a la sombra

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Hay hombres que se empeñan en dar machetazos a su propia sombra.  Intentan desembarazarse de los “condicionamientos” íntimos que los caracterizan como personas.  Hubieran preferido nacer en Londres, en París o en Viena; no en la isla pequeña de las Antillas que les ha “reservado el destino”.  Rubén Darío nació en Metapa, un pueblito indígena de Nicaragua; Pablo Neruda nació en Parral, un villorrio de Chile.  Digamos entonces: Neruda y Darío son “dos pobres poetas”; políticos y científicos están mejor valorados que los poetas.  Pero Napoleón nació en Ajaccio, en la islita de Córcega; Einstein vino al mundo en el pueblo alemán de Ulm, que no llegaba entonces a los 50 mil habitantes.

De no haber nacido en Santo Domingo jamás habría escrito mi libro “Un ciclón en una botella” –Notas para una teoría de la sociedad dominicana-.  Estas “reflexiones locales” fueron para mí, en el momento de escribirlas, “cuestión de vida o muerte”.  Tal vez sirvan a otros individuos, de otros pueblos, a repensar sus problemas sociales, políticos, de organización colectiva.  De no haber sido el español mi lengua materna no existiría “La feria de las ideas”, un libro acerca de la literatura y el pensamiento filosófico en lengua española.  Mi lengua no es el mandarín, ni el inglés; estoy obligado a expresarme en el idioma que aprendí desde niño.

Lo que define la vida del hombre en la tierra es lo que hace con su cuerpo y su alma.  El comerciante compra y vende, la bailarina salta y se desplaza, el escritor escribe y publica.  Quiere decir que yo no sería el que soy si no hubiese nacido en esta isla y hablara otra lengua que no fuera el español.  Si en mi país hubiera muchos editores de libros quizás yo no sería periodista; ni “A pleno pulmón” aparecería en esta página todos los días.

De no haber vivido en la época de Trujillo y sufrido la “Guerra Fría”, es probable que no hubiese podido escribir “Ubres de novelastra”.  Por tanto, yo no sería escritor, ni periodista, ni productor de televisión.  Aceptar el destino no significa resignarse pasivamente.  Significa solamente un compromiso vocacional que obliga a enfrentar el mundo con las armas disponibles.

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