A PLENO PULMÓN
Manifiesto literario (V)

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El enorme problema moral de esta época consiste en que se nos propone que todos seamos delincuentes.  “Para sobrevivir” es preciso tener el apoyo de algún grupo mafioso.  Hay mafias en los muelles, en el sector financiero, en la política, en el mundo de los espectáculos, en las comunicaciones, en los deportes, en negocios editoriales.  Artistas y escritores deben rendir tributo a los delincuentes, participar en actos de delincuencia, aprender a ser ellos mismos delincuentes.  De lo contrario podrían ser “expulsados” del mercado, anulados desde el punto de vista profesional, declarados “culturalmente inexistentes”.  Muchos escritores de hoy han dejado de ser disentidores o contestatarios. 

 Son, casi todos, “afirmatarios”, prebendados o “prebendatarios”.  Las organizaciones culturales, controladas por gobiernos o por corporaciones privadas, los contratan, los usan, marginan  o rechazan.  Pero ya los escritores no pueden hacer como los pintores post – impresionistas: exponer en el salón de los rechazados, reclamar el honroso título “revolucionario” de “rehusado” o impedido.

La honra, en el rectilíneo sentido antiguo, ha periclitado como vigencia social.  Mario Puzo, autor de El Padrino, nos ha familiarizado con los negocios sucios: la prostitución, el tráfico de drogas, los juegos de azar, contrabando, extorsión, testaferrato.  La mayor o menor suciedad en los negocios sucios depende de los legisladores.  En algunos países no se considera sucio el dinero que proviene del juego o de la prostitución; los casinos y los burdeles pagan impuestos; no sucede así con los recursos procedentes de las drogas, cuyas prohibiciones y penalidades incrementan los beneficios de los traficantes.  Mario Puzo ha escrito una novela titulada El siciliano, montada alrededor de la vida del célebre Salvatore Guiliano; también escribió El ultimo Don; después de la muerte de Puzo, su compañera de muchos años completó una novela histórica sobre la familia Borgia, bautizada por ellos con el nombre de “primera familia mafiosa”.

 El editor de la versión española de El último Don explica  que la familia mafiosa protagonista del libro – los Clericuzio – tuvo dificultades para retirarse de los negocios criminales, siendo todos sus miembros muy ricos, porque lo único que sabían hacer bien era matar; pero, además, “el mundo ya no es tan sencillo”.  Entrar en negocios limpios no es fácil en nuestro tiempo, ni siquiera para mafiosos.

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