A PLENO PULMON
Mark Twain visto por Kipling

<STRONG>A PLENO PULMON</STRONG><BR>Mark Twain visto por Kipling

En el año 2003 recibí del doctor Ramón Pina Acevedo el obsequio de un libro que contiene un montón de entrevistas con notables personajes de la historia contemporánea.  Entre los entrevistados están: Marx, Bismarck, Clemenceau, Stalin, Hitler, Mussolini.  Los entrevistadores son, como es obvio, hombres comunes sin el relieve “heroico” de los entrevistados; la mayor parte de ellos, buenos periodistas; algunos preguntaban tonterías, hacían deducciones y conclusiones apresuradas.  Sostengo que un entrevistador debe “hacer bien su trabajo” aunque su “estatura” sea menor que la del entrevistado.

No todas las entrevistas corresponden a hombres de Estado, científicos, pensadores; el libro incluye una entrevista a Mark Twain realizada por Rudyard Kipling; también las hay dedicadas a Tolstoi, a Nabokov, O’neill, Beckett.  Un entrevistador debe ser tan bueno “en su condición de entrevistador” como lo sea el entrevistado en su campo específico de acción o de conocimientos.  No siempre ocurre así, lamentablemente.

La entrevista puede fracasar por falta de destreza o de información del entrevistador; pero a veces el entrevistado miente y el entrevistador inventa frases que no dijo el entrevistado; o interpreta sus palabras antojadizamente.  Por eso son frecuentes los desmentidos, las replicas y polémicas, alrededor de entrevistas con políticos, funcionarios públicos o escritores. La entrevista es un arte difícil. Requiere respeto por el entrevistado sin dejar de exigirle que “vaya al grano”.  El entrevistador no puede mostrarse “complaciente”, ni “imperioso”; le han “concedido” la entrevista y permitido hablar con un hombre ocupado, importante, poderoso; el público quiere saber lo que piensa el entrevistado y le interesan muy poco las opiniones del entrevistador. Su misión es mostrar y, a la vez, auscultar.

“Las grandes entrevistas de la historia” abarcan desde 1859 hasta 1992.  La de Kipling con Mark Twain, de 1889, se volvió, repentinamente, un reportaje literario: “Lo primero que me llamó la atención fue que era un hombre mayor, y aun así, tras meditarlo un minuto, percibí todo lo contrario.  En cinco minutos, mientras sus ojos me observaban, comprendí que el pelo gris era el más trivial de los accidentes.  Era joven”.  Añade Kipling: “al leer sus libros había intentado hacerme una idea de su personalidad: mis ideas… estaban equivocadas… quedaban por debajo de la realidad”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas