A PLENO PULMÓN
Meditación temerosa

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Meditación temerosa

Los crímenes, los terremotos, los tsunamis, nos han puesto los pelos de punta.  Hemos confirmado que la tierra es tan inestable como la política y la economía que, a menudo, van juntas dando tumbos.  Los recientes sucesos del Japón pueden calificarse de abrumadores; han producido consternación general.  Durante el reinado del emperador Matsuhito Meiji (1867-1912) los japoneses decidieron occidentalizarse.  Optaron por las ciencias y las técnicas, lo cual los llevó a la industrialización, al rápido progreso social y económico.  Se llama periodo Meiji a los cuarenta y cinco años de transformaciones que convirtieron al Japón en una gran potencia.

Meiji es una época que marcó el fin del feudalismo, la integración de todas las clases sociales en tareas estatales, el acopio de conocimientos científicos, la sustitución de “costumbres nocivas”.  Significa “culto a las reglas de gobierno”.  El indiscutible progreso de los japoneses trajo como consecuencia su participación en varias guerras.  En la Segunda Guerra Mundial pelearon encarnizadamente en las islas del Pacífico.  La derrota de Japón concluyó con las horribles bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.  Las armas más destructivas creadas por el hombre occidental, fruto de la ciencia y las técnicas industriales, cayeron sobre los japoneses ya vencidos.

La energía nuclear de sus propias plantas les coloca ahora en una difícil situación.  La naturaleza ciega los castiga con terremotos y maremotos; la maravillosa ciencia física, que “desata” las energías prisioneras en el núcleo del átomo, también los castiga.  La radiación pone en peligro sus vidas, amenaza el desarrollo económico alcanzado.  El gran emperador que inició la transformación del Japón no pudo prever las bombas atómicas ni los reactores nucleares.  Sólo tomó en cuenta el valor del aprovechamiento de “las leyes naturales”.

Un pueblo disciplinado y trabajador se propuso modificar o abolir ciertas tradiciones orientales que parecían “lastres sociales”; adoptó una cultura ajena basada en máquinas que magnifican el rendimiento del trabajo.  Cambió la sociedad, la economía, el estilo de vida, “su puesto entre las naciones del mundo”. Pagó un alto precio por tener el “tren bala” que comunica Tokio con Kyoto, esto es, lo viejo con lo nuevo, la alta tecnología con el antiquísimo Templo de los Mil Budas.  Las experiencias contribuirán al renacimiento.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas