A PLENO PULMÓN
Miralejos y cercamirones

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Miralejos y cercamirones

Existen muchísimas clases de mirones.  Si un sujeto mira continua y detalladamente la luna, lo más probable es que sea astrónomo; si individuos con ropas de paisano y zapatos de militar se paran todos los días frente a tu casa, podrían ser espías.  Uno que mire furtivamente por las ventanas traseras de las viviendas, tiene traza de ser atisbador sexual, un maniático “voyerista”.  En cambio, si usted encuentra todos los días, en el mismo lugar, hombres mirando lo que pasa, con libretas en la mano, tal vez sean periodistas.

Hay personas a las que complace ver la gente transitar por las calles; se “instalan” en bancos de plazas públicas, en terrazas abiertas de cafeterías.  Miran, claro está, a las mujeres jóvenes y bonitas; pero también a las viejas estrafalarias con ropa pasada de moda; a los ancianos abrigados que tosen con un pañuelo sobre la boca.  Todos los mirones que he mencionado miran de cerca los acontecimientos, directamente, con sus propios ojos; no a través de “instrumentos mediáticos”, como es el caso del televidente ordinario, que ve únicamente aquello que sirve la emisora, seleccionado previamente.

 Un mirón callejero, apostado en la Calle del Conde, me dijo hace cinco días: “he visto la mujer con el cuerpo más raro del mundo; la cintura, las caderas y las nalgas, tenían la forma alargada de una berenjena.  Era delgada y caminaba rápidamente, llevando debajo de la falda una bola terminal.  Ahora comprendo por qué los ingleses le llaman a la berenjena “egg-plant”.  –Tenga cuidado, le advertí, de no meterse en un berenjenal, si el marido de esa señora considera que usted es un mirón atrevido, procaz, desconsiderado.  No se pase de la raya.

 Los telemirones con telescopios, que desde una azotea esperan ver mujeres entrando al baño a cinco cuadras de distancia, no crean, por lo general, grandes dificultades sociales; a menos que sean descubiertos por “las observadas”.  Los “cercamirones” son mucho más peligrosos que los pasivos televidentes de mecedora o sofá.  Los periodistas constituyen  “cercamirones” que “cubren fuentes determinadas”.  Tal vez los gobiernos quieran librarse de esas miradas escrutadoras, intrusas, “declarándolas”, impertinentes. ¿La nueva Ley de Expresión y Difusión del Pensamiento, regulará todas las modalidades de “cercavidencia”?

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