A PLENO PULMÓN
Mirar hacia fuera

A PLENO PULMÓN<BR>Mirar hacia fuera

A veces los escritores no logran escribir.  Pero se empeñan en hacerlo y luchan frente a “la página en blanco”, sin ningún resultado.  A esto llaman “estar bloqueado”, aunque nunca se explica cuál obstáculo específico “bloquea” al escritor.  Se da por sentado que se trata de un “impedimento psicológico pasajero”, expresión vaporosa que nada nos aclara.  John Steinbeck, el gran novelista norteamericano, observó: “estoy perdiendo el tiempo este día, cuando lo que quiero escribir está dentro de mi cabeza”.  Dijo también: “muchos escritores narran oralmente sus libros y, así, jamás los escriben.  Creo ser culpable a este respecto”.  Y concluye: “si […] cerrara la boca acerca de mi trabajo, escribiría bastante más”.

Hay una copiosa bibliografía sobre las “causas profundas” por las que no pueden escribir los escritores, por lo menos temporalmente; se intenta algo así como  investigar por qué algunos días no ponen huevos las gallinas ponedoras.  El trabajo constante y la disciplina se tienen por los mejores aliados de los escritores.  A pesar de que esta “receta” parece sensata o razonable, los escritores insisten en curar “el bloqueo mental” con música, tragos de whisky, paseos a pie, con drogas o hablando con niños.  Al parecer, estos subterfugios equivalen a tirar de las hojas del rábano.  El rojísimo rábano permanece entonces escondido bajo  tierra.

Escritores muy inteligentes olvidan a menudo que la literatura “procede de la vida”.  Y por momentos se cierran a la contemplación del gran árbol de la vida, lleno de ramas, hojas y frutos e insectos ponzoñosos.  Si ningún “racimo de vida” penetra en sus cabezas, ninguna escritura saldrá de ellas convertida en huevo literario.  Abrir las puertas a  la percepción, levantar las barreras del entorno, es el camino para que “ingrese la vida” por los ojos y el olfato.

El autor de “Al Este del paraíso” afirmaba que “la poesía es la matemática de la literatura”.  Las novelas contienen, portan y transmiten, una diluida poesía esquemática que no llega a cuajar en versos.  Los novelistas abren ojos y oídos a la vida de los demás para obtener la materia prima que les saque de su propia intimidad.  Palpar vida y poesía es el verdadero remedio a la esterilidad del escrito.

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