A PLENO PULMON
Mirarse el ombligo

<STRONG>A PLENO PULMON<BR></STRONG>Mirarse el ombligo

En las artes escénicas el asunto de la luz es esencial; los espectadores deben ver con claridad los movimientos de los actores, sus gestos, la expresión de  los ojos o la boca.  A las luces fuertes, colocadas arriba, en mitad de escenario, les llaman “las diablas”.  En cambio, las pequeñas luces en línea que bordean el proscenio se denominan “candilejas”.  Estar “bajo las diablas” es riesgoso para los intérpretes de obras de teatro: la menor falta será visible desde el último asiento.  Las cantantes que se mueven en los teatros son “enfocadas” continuamente por una luz que las sigue: “la perseguidora”.

A los periodistas que escriben artículos de opinión les dicen a menudo: “haz hecho un enfoque maravilloso”.  El público trata a los columnistas como si fuesen fotógrafos, operadores de cámaras de televisión, luminotécnicos de cine.  De manera “imprecisa” algunos lectores piensan que el tema tal o cual se ha “puesto en claro”.  El periodista, ciertamente, logra a veces “iluminar” un problema ante los ojos del lector.  Pero se trata  del “público lector”, esto es, de personas que no están reunidas en una platea, sentadas en butacas. Los lectores de periódicos constituyen un grupo no reunido.

Es un “grupo disperso”; como si dijéramos “los contribuyentes”, los estudiantes, los usuarios del sistema eléctrico.  El periodista no actúa en un teatro, no tiene delante una sala con asientos, no le siguen los pasos con “la perseguidora”.  Sin embargo, tiene “un publico” que está “al corriente” de todo lo que opina o expone.

Disponer de dirección electrónica es casi siempre una ventaja; en ocasiones, resulta ser una puerta abierta a la tontería, al elogio desmedido, a la insolencia, a la coacción.  A la dirección electrónica llegan aplausos y vivas: ¡bravo! ¡magnifico! También: ¡fuera! ¡abajo! Flores y tomatazos virtuales caen sobre el periodista que se atreve a opinar en medio del tumulto.  La sociedad dominicana lleva hoy “la música por dentro” y no ha encontrado la forma de “cantar su canción”.  Como en las quemas de hojas y leña menuda que realizan en los potreros, la candela nunca se apaga completamente.  Esto ocurre ahora entre dominicanos.  Ojalá que el ventarrón de la crisis económica no haga saltar chispas incendiarias.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas