A PLENO PULMÓN
Montar en patineta

A PLENO PULMÓN<BR>Montar en patineta

Los hombres atribulados por conflictos familiares, problemas de salud, o en grandes apuros económicos, tienden a ver la vida como una carga difícilmente soportable.  Para hombres en esta situación vivir es arrastrar una carretilla llena de piedras por un camino con cuestas y precipicios.  En cambio, las personas libres de esas tres clases de tormentos creen que la vida se compone de sucesivos “viajes en patineta”.  Una vez colocan el pie izquierdo sobre la patineta, empujan con el derecho para deslizarse por el pavimento y recibir la caricia del viento en el rostro.  Esta actitud de despreocupado gozo infantil es “la marca” de la felicidad.

Algunos hombres reaccionan ante la adversidad con inesperados incrementos de energía y mayor concentración en el trabajo; otros recurren al alcohol o a las drogas, como si fuesen “respiraderos provisionales”.  Escapan momentáneamente de los problemas que les cercan mediante “cañonazos de whisky”.   También he conocido sujetos que imploran a Dios les dé “valor y serenidad” para resolver sus asuntos.  A su manera, cada grupo busca fuerzas para mantenerse en pie y seguir adelante. Escuché a un desabollador de automóviles explicar a un amigo: “tenía tantos problemas que decidí hacer un locrio de longaniza y echarme a dormir después; cuando desperté ya sabía cuál era la solución”.

Hay pequeños misterios de la fisiología que esperan ser investigados científicamente.  ¿Por qué unos individuos se suicidan si pierden mucho dinero? Otros, comienzan de nuevo desde el cero y tratan de olvidar el pasado.  Un empresario me contó la historia de un cubano, hijo de un suicida, quien reconstruyó la fortuna del padre “con los dos millones de dólares que le quedaron cuando se pegó un tiro en la cabeza durante la depresión del año 1930”.

Tras sufrir dolorosos fracasos muchos  hombres recuperan su tonicidad vital.  Negocios ruinosos, enfermedades mortales en la familia, acusaciones injustas, persecuciones políticas, no consiguen aplastar sus impulsos afirmativos.

Existen personas que dicen sí; y personas que dicen no.  A veces las razones para decir que no son tantas, que decir sí parece un desatino.  Quienes dicen sí, quieren vivir.  No se rinden porque algún resorte interior irracional se lo impide. 

Tal vez ansíen, ingenuamente, volver a montar en patineta.

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