A PLENO PULMÓN
Morir en la mecedora

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Morir en la mecedora

– ¿Hablan del destacamento de policía de la calle Rosa Duarte? –Sí señor; ¿en qué podemos servirle? –Mire, agente, soy un inquilino de La Casona, en la zona Colonial, al final de Isabel La Católica, antes de llegar a la iglesia de Santa Bárbara; tengo urgencia en hablar con el teniente Berroa; aquí parece que han matado a un viejo que se durmió en una  mecedora.   –¿Por qué no llama al destacamento de Santa Bárbara? –Estoy seguro de que no vendrán al lugar del suceso; piensan que es peligroso, o que se trata de problemas de drogas. –Está bien, le pondré al teniente; espere un momento.

– ¿Qué se le ofrece? Es el teniente Berroa quien habla. –Teniente, aquí vivía un viejo retirado, que ocupaba una habitación frente al patio.  Debía seis meses de alquiler y parece que lo empujaron de la mecedora; se rompió la cabeza al chocar con la pared; es un muerto sin familia.  Los vecinos están alborotados.  Todos quieren ocupar su habitación; es una de las mejor ventiladas y la más amplia.  –Está bien; en media hora estaré allá.  –Gracias, lo esperaré en la puerta y le presentaré a los testigos; ¡Por Dios, no tardé!

– ¿Por qué ha demorado tanto, teniente? –Es que llamaron de la jefatura; usted no es la  única  persona  que  tiene  problemas  ingratos.   –Teniente, alguien avisó a la fiscalía. Ya vino el médico legista y levantaron el cadáver del viejo.  Lo llevaron a la morgue del hospital de la seguridad social.  –En ese caso, yo no tengo nada que hacer aquí; de todas maneras, explíqueme cómo fueron las cosas para yo hacer el informe correspondiente.

–Bueno de este viejo decían que era un tipo altanero.   Cuando salía a la calle se vestía con traje de rayas, como los diplomáticos; usaba pisacorbata de oro y zapatos puntiagudos con tacón elevado.  Yo nunca lo vi así, pues, hacía varios años que no salía a ninguna parte.  Pasaba mucho tiempo en la mecedora oyendo noticias en la radio; bebía pastillas para el corazón. Acaban de contarme que una señorona, que fue su esposa, reclamará el cadáver.  Aquella gorda chismosa jura que los hijos no querían verlo.  Descuide teniente Berroa, le mantendré informado.

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