A PLENO PULMÓN
Motor  de la economía

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Motor  de la economía

En todos los países la clase media cumple un papel social moderador de primer orden.  La clase media influye hacia abajo, sobre las “masas populares”, y también hacia arriba, sobre los “grupos de altos ingresos”.  La clase media actúa como un “cojín social” o vacuna contra el radicalismo.

En Haití coexisten unos pocos adinerados y varios millones de desesperados.  Nuestros vecinos padecen por eso una continua tormenta social.  Pero la clase media no es solamente un factor de estabilidad social; es, además, el motor de la economía.  El comercio no podría funcionar sin la “disciplina económica” de la clase media, que paga el pagaré del automóvil, del televisor, del refrigerador y demás electrodomésticos.  Sin la clase media no podría funcionar ni la banca ni el sistema fiscal.

A los miembros de la clase media se les cobran tributos con gran facilidad.   Los ingresos de los asalariados están consignados en una nómina, de la que se descuentan, automáticamente, los impuestos que deben pagar.  Ellos cubren religiosamente sus cuentas con supermercados, colegios, clubes, médicos, salones de belleza, barras, farmacias.  El gobierno “depende” del consumo de la clase media. Los pobres sólo pagan algunos impuestos indirectos; los ricos “se acogen” a las frecuentes “amnistías fiscales”. O sea, que no siempre pagan los impuestos que le corresponden.  Cuando la clase media se siente exhausta o desvalida hace “causa común” con los pobres de solemnidad.  Ninguna revolución puede hacerse sin el concurso de la clase media.

Todos los días oímos hablar de la “estabilidad macro-económica”, de la necesidad imperiosa de mantenerla.  Es un motivo de orgullo para las autoridades monetarias.  Y tienen razón.  Sin embargo, la estabilidad “macro-política” o “macrosocial” depende de la clase media, pagadora del ITBIS, de las alzas del petróleo, de las fluctuaciones de las monedas extranjeras.

Para que haya clase media es imprescindible que exista un “sistema hipotecario”.  Tener “casa propia” es el signo o la marca de la clase media.  Es la pregunta que aparece en los formularios para solicitar tarjetas de crédito.  Amortizar una hipoteca y no pagar alquiler es un “sueño recurrente” de la clase media.  El éxito o el fracaso de los gobiernos estriba en fomentar o estragar a esa clase. (Pecho y Espalda; 2002).

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