He pasado buena parte de mi vida aferrado a la idea de que el pesimismo dominicano la infravaloración social de todo lo dominicano- es una ideología que nos hace sentir fracasados antes de iniciar cualquier lucha. Se nos enseña, por medios sutiles e indirectos, que somos una sociedad con poquísimo valor; que sólo podemos ser gobernados por la violencia, por individuos como Santana, Báez, Lilis, Trujillo; que esa tradición dictatorial es un destino inevitable. La falta de autoestima nunca ha sido combatida por las autoridades educativas dominicanas. No tenemos confianza en nosotros; alguien trazará el camino a seguir.
A este tema dediqué mi libro Un ciclón en una botella. Por tanto, no añado una palabra más. Prefiero mostrar algunas variaciones económicas vividas ya por muchos dominicanos. La producción industrial de pollos cambió radicalmente el puesto de estos animales en el mundo dominicano. El pollo se consumía solamente los domingos; se obtenía cambiando ropa usada por el ave a los campesinos pobres de los alrededores de las ciudades. Ese trueque desapareció. Ahora es comida popular de todos los días. Durante la primera mitad del siglo XX pocas personas de la clase media podían construir casa propia.
La aparición del sistema hipotecario hizo posible que miles de familias de ingresos medios adquirieran una vivienda. Fue otra transformación económica importante. Pero nuestros hábitos políticos han seguido la línea recta durante dos siglos. Los japoneses modificaron profundamente sus vidas durante la llamada época Meiji, bajo el emperador Mutshu-Hito. El Japón se industrializó entre 1867 y 1912, adaptándose a las formas de producción occidentales. Optaron por una mudanza cultural de difícil realización. Los turcos, que sustituyeron las letras con las que se escribía su propio idioma, también hicieron una mudanza cultural.
La RD no necesita cambios en el alfabeto; no tiene que predicar los valores de la primera Revolución Industrial. Requiere, eso sí, mutaciones en su estilo de vida, en sus actitudes mentales. Nuestra organización política actual no tiene futuro, es inviable económicamente y socialmente; es infuncional e injusta y será rechazada por miles de dominicanos que ahora mismo no se atreven a protestar. Las mudanzas culturales operan casi clandestinamente; los incrementos son apenas perceptibles; y los resultados finales, ineludibles.