A PLENO PULMÓN
Mujeres estrepitosas

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Ayer apareció en el periódico “Hoy” una fotografía de Lady Gaga vestida con ropa extravagante.  Ella ofreció un concierto gratuito en el Central Park de Nueva York; inauguraba el conjunto de conciertos de verano que auspicia el programa televisivo “Good Morning America”, en la cadena ABC.  La cantante usó un brevísimo “traje de baño” negro que dejaba al descubierto muslos y caderas; una pieza articulada, en forma de insecto alado, unía el tapa-pubis con el sostén y, a la vez, lo halaba hacia abajo para mostrar el nacimiento de los pechos.  El excesivo maquillaje de Lady Gaga tuvo la virtud de hacer retroceder mi memoria al año 1955.

En aquellos tiempos vivía en la ciudad colonial de SD una mujer llamada Ernestora Amarante, a quien apodaban “la amarrante”.  Se pintaba la boca “por fuera” de los labios con el propósito de que “se vieran más grandes y provocadores”.  Cuando a un adolescente “le salía el bozo”, los muchachos de mayor edad decían: “a este hay que llevarlo donde Ernestora para que encuentre el buen camino”. Los platillos voladores se pusieron de moda poco después de la Segunda Guerra Mundial.  Se decía que los científicos de Hitler los habían inventado para visitar el planeta Marte.  Ernestora declaraba a menudo: “estoy loca por que lleguen los marcianos”.

Ernestora, mulata de piernas largas y nalgas frondosas, era persona segura de si misma, confiada en su encanto femenino.  “Quiero ser la primera mujer que se acueste con un marciano”. Al oírla decir esto, un vecino, linotipista de “El Caribe”, la recriminó: eres demasiado atrevida, Ernestora; tú nunca has visto un macho marciano.  ¿Y si tuvieran el sexo en forma de rastrillo?  Ya veremos cuando llegue el platillo, contestó Ernestora; a todo hay que “buscarle la vuelta”.

A partir de 1962 nadie volvió a ver la cara de Ernestora.  Dijeron que falleció a consecuencia de un macanazo, durante un “mitin” político contra la familia Trujillo.  Otros creen que murió al parir a su hija Ernestorita.  La criatura presentó dificultades para nacer por parto normal. Ernestora tuvo que ser operada; no resistió la perdida de sangre, asegura un residente en la calle La Negreta.  Afirma: “Ernestora nunca se metía en política”.

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