A PLENO PULMÓN
Mujeres y galaxias (3)

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Se dice que las mujeres han llevado en el útero los embriones de toda la humanidad; que después alimentan las criaturas durante años; sólo nueve meses permanece el feto dentro de ellas; y la vida entera pasa cada hijo hablando de su madre.  Estas expresiones son elogios habituales y consabidos de la fuerza generativa de la mujer.  Las divinidades de todas las religiones son: unas femeninas, otras masculinas.  Dios-padre no puede ser padre si no existe el hijo; y no hay hijo sin participación de la mujer, del “claustro materno”.

 El “big-bang” es el comienzo del tiempo; no el comienzo de la materia; es, precisamente, una concentración de materia preexistente, cuya energía estalla y produce el nacimiento de la relación tiempo y espacio.  La teoría de la gran explosión sirve como punto de partida del tiempo; no explica el origen de la materia, ni el surgimiento de la vida; todavía menos una división esencial de la naturaleza como es lo macho y lo hembra.  No está demostrado que el “polvo de estrellas” sea una suerte de polen capaz de fecundar el cosmos… sin abejas

 Los intereses científicos de Stephen Hawking en conexión con el pensamiento físico son permanentes y explicables.  Atado a una silla de ruedas, él emplea más tiempo en pensar en la luz que un atleta de campo y pista.  Hawking, como es sabido, padece esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad degenerativa neuro muscular, que no impide la ideación, ni inhibe el impulso sexual.  Para comunicarse necesita el auxilio de sintetizadores vocales.  Su vieja computadora funcionaba interrumpiendo el paso de una luz.  A pesas de sus padecimientos, Hawking ha podido percibir el infinito misterio biológico de la mujer.

 Un alcalde pedáneo de un remoto municipio decía: “la piel de la mujer es distinta”.  Por eso la tambora tiene de un lado piel de chiva y del otro piel “de chivo macho”.  La resonancia es diferente en cada costado.  La mujer madre, paridora o criadora, está “suficientemente publicitada”.  Las mujeres acomodan el relleno de sus almohadas “para que sean más mullidas”.  A menudo actúan como “cojinetes universales” con hijos, esposos, nietos.  Stephen Hawking, divorciado dos veces, intuye que sin mujeres podría “colapsar” la Vía Láctea”.

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