A PLENO PULMÓN
Mundos desaparecidos

A PLENO PULMÓN<BR>Mundos desaparecidos

En un lugar de la calle El Conde, cuyo sitio exacto recuerdo perfectamente, había una tienda de ropa llamada “La Opera”; en los altos de esa tienda existió cierta pensión-comedor regenteada por una señora española, esposa de un sastre.  Allí vivía Simón Pirineo, exiliado catalán del que se decía: “huyó de la guerra civil española por la frontera francesa”.  Era un viejo parlanchín con el pelo blancuzco, al que faltaban varios dientes.  Eso le afectaba la fonación y hablaba como quien mastica una papa.  Todos los días Pirineo salía de la pensión y caminaba hasta “La Cafetera”, situada a pocas casas de “La Opera”.

 Mientras bebía el café hablaba del “olor maravilloso del banano de Las Canarias”; también de “los somatenes de Cataluña, que luchaban de verdad”.  A veces se dirigía a los jóvenes que visitábamos la cafetería.  –Tenéis un país hermosísimo donde no hay la tristeza del invierno; pero no queréis bajar el lomo para hacerlo prosperar.  Los empleados de oficinas que van a comer a la pensión se quedan dormidos en las butacas.  Es preciso sacudirles para que acaben la siesta y regresen al trabajo.  Sois enemigos jurados del trabajo asiduo.  En esta calle los dueños de los negocios son árabes o españoles; los dependientes y mandaderos son dominicanos.

Simón Pirineo era un hombre prudente que no se arriesgaba a hablar de política.  Pero un día, en voz baja, nos dijo: -Trujillo os hace vivir a todos bajo el terror.  Es un ave de rapiña.  No me gusta decir estas cosas, pues no deseo que me castiguen obligándome a volver a España.  De no ser por ese buitre este pueblo viviría muy bien.  Ustedes son jóvenes, gozan de un clima benigno; aquí son benignas hasta las prostitutas.

-¿Por qué dice esto don Simón?  -Es que en todos los países las prostitutas son malignas.  Aquí ellas van a las procesiones, rezan el rosario, ayudan a los jóvenes adolescentes a mejorar en los estudios.  -¿Cómo puede saber eso?  -Me lo han contado sus propios compañeros.  Ernestora, la de largas piernas, es pedagoga sexual de todos vosotros. Estoy viejo pero tengo aguzado el oído.  Ella les dice: “cuando hayan conocido el toto, sus vidas habrán cambiado”.

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