A PLENO PULMÓN
Mundos incomunicados

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Mundos incomunicados

–¿Qué es eso que llaman mundo, Eulogio?  – El mundo es el lugar donde tu vives, más lo que te han contado de otros lugares que no has visto, que tal vez no verás nunca.

Con todo ello haces un amasijo, como si fuese una albóndiga mental, para formar tu “idea del mundo”.     Las nueve décimas partes del mundo   –del que aparece en los mapas coloreados– no las conoces, ni las conocerás.

Uno solamente ve un pedazo pequeño de las cosas que le rodean; todo lo demás es vaporoso, abstracto, intangible.  –Eulogio, no  olvides que el mundo está lleno de gente, de árboles, animales.

 –Si, es verdad; pero con las plantas, los hombres, mujeres y bichos, ocurre lo mismo que con los diversos lugares que componen el planeta: sólo puedes conocer unas pocas mujeres, contemplar unas pocas plantas con flores, comer la carne de unos cuantos animales. –¿A dónde quieres llegar con esas explicaciones tan rebuscadas?  –Quiero que caigas en cuenta de que los hombres estamos limitados a un punto de vista, a un miradero determinado; condenados a ver únicamente un ángulo de “los objetos del mundo”.

–Hay hombres que no  tienen dinero, ni trabajo, ni “casa propia”; desean emigrar a los Estados Unidos; buscan desesperados el modo de salir de la miseria.  Ellos miran un mundo refractado por la desesperación.  Hay otros hombres, Crispín, que poseen varios automóviles, helicópteros, casas en varios países.   Unos pueden comprar pasajes de avión en primera clase; otros no vacilan en embarcarse en yolas endebles para atravesar el Canal de la Mona.  Son dos mundos distintos.  En realidad, los mundos son “composiciones”, ajustes entre las personas y el ambiente en que nacen.

–¿Quieres decir, Eulogio, que estamos desde el nacimiento marcados por el destino?  –No, Crispín, no digo eso.  Claro está, si naces en una familia muy pobre tendrás desde el comienzo desventajas enormes. 

Tu mundo se constituirá  “a partir de la escasez”.  La pobreza no tiene que ser “definitiva”, necesariamente.   Pero la educación de cada uno y su inteligencia, son ingredientes básicos para elaborar “mundos articulados”. El mundo del sicario es diferente del mundo del drogadicto; el del político no se parece al de nosotros, simples músicos y periodistas.

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