A PLENO PULMÓN
Mundos intangibles

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Mundos intangibles

El arte musical tiene la virtud de “sacarnos de este mundo”.  La música penetra por nuestros oídos como un fluido expansivo; no podemos evitar que nos “invada” el tejido cerebral. Las vibraciones de la música también pueden afectar músculos y huesos.  Ese es el caso de ciertos merengues que deberían ser “recetados” para combatir el reumatismo, para rehabilitar pacientes que hayan sufrido accidentes vasculares.  La música está hecha de sonidos y silencios; por tanto, no se ve; pero ciertas composiciones nos sugieren figuras geométricas: círculos, triángulos, trapecios, espirales.  La música influye, decisivamente, sobre el ánimo de los seres humanos; alegra, entristece, exalta o abruma.

 Aristóteles menciona los nombres de algunos músicos griegos que podían producir desaliento, parálisis, entusiasmo, euforia.  No sabemos exactamente mediante cuales métodos e instrumentos.  Quienes hayan escuchado el segundo movimiento del Concierto 21 para piano y orquesta, de Mozart, saben ya que la belleza logra entrar por la piel en una especie de ósmosis artística.  Ocurre igual con el famoso “adagio” de Albinoni, el Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo.  También los perfumes pueden “sacarnos del mundo” habitual por la vía del olfato, otro “camino intangible”.  La gama de los olores está conectada, tanto con el bienestar como con la desesperación.

 Así como existen marchas fúnebres y “allegros” con fuego en el mundo de la música, en el de los perfumes hay aromas desesperantes, depresivos, alergénicos, excitantes, afrodisíacos, somníferos.  Excluyo pestilencias químicas, excrementos de animales superiores, porque no son perfumes.  Pero la acción de los malos olores en la conducta de las personas es incuestionable.  Los perfumes tampoco son visibles.  Es imposible controlar o suprimir un olor mediante un cordón policial.  Una mujer bienoliente deja su rastro seductor sin que el marido pueda borrarlo.

 La música, los perfumes, los condimentos de cocina, son “recursos tácticos intangibles” para contrarrestar “los mundos indeseables” que estamos obligados a padecer.  La música es una onda de sonido y los perfumes emanan de aceites esenciales; ambas cosas tienen carácter físico; pero su acción es invisible: no puede ser detectada por un ojo electrónico.  Para liberarse provisionalmente de los trastornos sociales de hoy, es necesario practicar ejercicios de higiene mental: escuchar buena música, oler perfumes, sazonar la comida.

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