A PLENO PULMÓN
Ni picante ni salado

A PLENO PULMÓN<BR data-src=https://hoy.com.do/wp-content/uploads/2011/07/C0DBE722-A1AD-46B7-A473-B73CAF60998F.jpeg?x22434 decoding=async data-eio-rwidth=328 data-eio-rheight=390><noscript><img
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Las grandes figuras de la ilustración convencieron a muchísimas personas de que “el hombre es un animal racional”.  A nosotros, como a la mayoría, nos hubiese gustado que así fuera; y aceptamos esta afirmación sin estudiarla debidamente.  Es claro que el hombre es capaz de formular razonamientos, concebir teoremas, inventar herramientas; pero no es capaz de alojar su vida personal es un esquema racional.  Pregunté un día a un amigo ya fallecido  ¿por qué te gusta tanto esa mujer?  -Porque se hace dos moños en forma de cebolla, a ambos lados de las orejas; por esas cebollas la agarro yo para besarla. 

Animado por el descubrimiento del encanto mágico de “las dos cebollas”, seguí indagando.  ¿Por qué te has enamorado de esa muchacha?  pregunté a otro amigo.  –Porque tiene las nalgas flojas; le tiemblan al caminar; eso es lo que más me gusta de ella.  Detesto las mujeres que parecen atletas de campo y pista.  Pregunté a un tercero, enamorado de una mujer barrigona a la que llamaban “Guillermina tres empellas”, quien no pudo explicar por qué le atraía tanto el vientre de Guillermina.   Las pasiones y manías parecen más importantes que los razonamientos; y no sólo en lo que concierne a las relaciones amorosas.

El hombre es, a lo sumo, “logoide”; tiene vocación razonadora, tal vez un porvenir “logicante”.  Pero tanto en su vida privada como en los asuntos públicos, no ha logrado imponer la racionalidad.  Los partidarios del despotismo ilustrado suponían que, poco a poco, por la continua acción del Estado, llegaríamos a ser “animales racionales”, respetuosos del “contrato social” que nos sacaría, definitivamente, del “estado de naturaleza”.  La filosofía historicista heredó esas creencias de la ilustración.   Desde entonces, los antropólogos nos tienen pendulando entre naturaleza e historia.

No hablemos de personas desquiciadas,  “salidas de madre”, como hay montones, que exhiben conductas incoherentes; pensemos en gente común que mira los partidos de béisbol o de fútbol por la televisión, que trabaja todos los días y sale a votar cuando hay elecciones.  Pues de  la boca de estos últimos, perfectamente normales, con opiniones sobre la vida y la muerte, usted podría oír: “me gusta la comida picante”; también: “me encantan los huevos sin sal”.

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