A PLENO PULMÓN
Noticias cenagosas

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Leer las noticias todos los días es “un hábito” contraído por montones de personas.  Hombres de negocios,  políticos, profesionales de todas las carreras, no pueden dejar de leer los periódicos; necesitan “estar enterados” de los asuntos que les conciernen.  El hombre común quiere saber “lo que está pasando”. Adultos de edad avanzada leen los diarios mientras beben el café, como si fuesen “vicios complementarios”.  Los periodistas “examinan la prensa” porque es parte de su trabajo.  En este grupo debo incluirme, obligatoriamente.

La lectura prolongada de los periódicos deja huellas en las cabezas de “los usuarios”.  Los diarios arrastran un “sedimento” que se “deposita” en nuestros cerebros; que llena la memoria de “antecedentes”, de lugares comunes,  “muletillas” verbales.  Miles de veces hemos leído: el almacén fue “consumido por un voraz incendio”; en los próximos días el detenido será “traducido a la acción de la justicia”; el dirigente político X declaró que el funcionario fulano de tal “no tiene calidad para opinar”; los presos siempre “guardan prisión”;  continuamente leemos que “se descarta” esto o aquello.

 Pero todos estos asuntos son “cuestiones formales”, “maneras de decir” las cosas. Más importantes son los hechos mismos.  La masa de sucesos influye en nuestros ánimos; a veces nos sentimos interiormente “anegados”.  En los últimos tiempos han abundado las noticias acerca de sicarios, testaferros de narcotraficantes, asesinos con aberraciones sexuales, sacerdotes pederastas, niños adictos a las drogas, fraudes financieros, crisis de los mercados. ¿Nos hemos acostumbrado a noticias truculentas, penosas o intranquilizantes?

Las noticias ingratas y desalentadoras producen “erosión de la voluntad”, una extraña forma de parálisis en la acción constructiva.  Tal vez los psicólogos no tengan un nombre técnico para bautizar los “sentimientos compuestos”: de indefensión y frustración; de indignación y temor; asombro y asco. A los diques se les dota de un foso para los sedimentos que arrastra el río represado.  El aluvión podrido que las noticias arrojan sobre la mente debe depositarse en algún “foso” del cerebelo.   El lodo que descarga el Mississippi en su desembocadura forma un delta de 400 km de ancho.   Millones de personas en Nueva Orleáns viven sobre esa tierra formada por el limo.   Finalmente, aprenderemos a vivir en una ciénaga viscosa de restos noticiosos.

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