Mao Tse Tung nunca creyó que la historia humana fuera un proceso sujeto a leyes, un desarrollo progresivo de carácter teleológico. Para los millones de chinos que vivieron siglos antes de Mao, la historia fue una sucesión caótica de acontecimientos inconexos; es posible relacionar sucesos en vínculos inmediatos de causas y efectos. Por ejemplo: un país ataca a otro y el país atacado se defiende y, luego, ataca en represalia al primer atacante. Esa relación existe; pero los hechos no tienen sentido predeterminado, ni conducen a objetivos sociales, como creen los occidentales herederos de Vico, Hegel, Marx.
Los marxistas chinos de hoy saben que en el mundo existen ricos y pobres; es obvio que las personas a quienes falta la comida no ven el mundo como aquellas que la tienen de sobra. Las clases están determinadas por dos factores: la economía y la educación. Ambos asuntos son removibles; no se trata de condiciones permanentes sino de situaciones transitorias. Si ganas la lotería, ya no serás pobre; si asistes regularmente a unos cursos de capacitación, podrás adquirir educación. Los usos sociales debidos o correctos se asientan en una sola generación: de padres a hijos.
La China continental vive actualmente en un régimen totalitario militar, dominado por un Partido Comunista con 70 millones de miembros, o sea, el 5% de la población. Un puñado de chinos gobierna a una montaña enorme de sus compatriotas. Los herederos del régimen de Mao encontraron un sistema establecido por el ejército, en el curso de diversos enfrentamientos, internos o internacionales. Cuando Deng Xiao Ping lanzó el celebrado lema: ¡háganse ricos! dio impulso inesperado a la producción agrícola tradicional. A la viejísima cultura china se le había puesto un chaleco ideológico. Los corazones de las gentes, eran chinos; las prendas exteriores, marxistas-leninistas y occidentales.
En este momento China es el país cuyo comercio recibe mayor cantidad de dólares norteamericanos; con esos dólares China compra bonos del Tesoro Norteamericano. Está unida estrechamente a esa moneda, aunque compre Derechos Especiales de Giro al Fondo Monetario Internacional. Los paga, por supuesto, con dólares. Es por eso que el historiador británico Niall Ferguson afirma que entre las dos naciones se ha entretejido un nuevo imperio: Chimérica.