A PLENO PULMÓN
Otoños y primaveras

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Otoños y primaveras

La vida humana ha estado sometida siempre al tránsito de las estaciones.  Los hombres se preparan para el invierno o sueñan con la llegada de las cosechas.  Los tiempos cambian de signo y no podemos hacer gran cosa para controlarlos.  No es posible un “otoño regulado”, como hubiese deseado el poeta Vicente Huidobro.  “Ciclos” de bienestar y penuria se entrelazan a través de la historia. En el libro del “Génesis” se narra la historia de José, intérprete de los sueños del faraón acerca de siete vacas gordas devoradas por siete flacas y siete espigas gruesas que sucumben absorbidas por siete espigas delgadas. 

El faraón, hombre de Estado al fin, tenía grandes preocupaciones sobre la economía de Egipto.  De noche lo asaltaban sueños relacionados con lo que hoy llamamos “ciclos económicos”.  Los viejos economistas que elaboraron la “teoría de los ciclos”, en realidad, prolongaban una larga tradición.  Los marxistas acusaban al sistema de producción capitalista de “provocar” etapas de prosperidad y periodos de depresión.  El bienestar no puede ser creciente, constante e ininterrumpido, en ninguna forma de economía, primitiva o desarrollada.  El laureado economista Arthur Lewis dijo, hace cuarenta años, “la economía no crece como el cuerpo de un niño”, gradual y equilibradamente.

Los “ciclos cortos” están “de moda” con motivo de la crisis financiera que los Estados Unidos confronta actualmente.  El presidente del Sistema de la Reserva Federal, Ben Bernanke, estudió detalladamente la crisis de 1929.  Con esos conocimientos se espera que pueda capear la crisis de hoy.  A los ciclos cortos se les llama “business cycles”; su duración media se estima de cuarenta meses.  Los expertos en estas “periodificaciones” consideran que hay ciclos de diez años de duración; se denominan “ciclos Jugler”; toman en cuenta el “subconsumo” y la “sobre producción”.  Al ciclo de larga duración se le llama Kondratieff.

Se dice que desde la primera Revolución Industrial, la de la máquina de vapor, “se cuentan cuatro Kondratieffs”, una singular medida de tiempo.  Después ocurrió la segunda Revolución Industrial: electricidad, química aplicada, motor de explosión; los ciclos continuaron trayendo vacas gordas o flacas, desempleo, rebeliones o guerras.  A veces “un Kondratieff”, de sesenta años, desata una guerra mundial.  Ojalá esta vez no ocurra así.

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