A PLENO PULMÓN
Palos de la baraja

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Herminio Protocantór me había explicado que la baraja española estuvo de moda en Azua durante los años veinte del siglo pasado.  Pero tal vez su uso venía arrastrándose desde mucho antes.  Los palos de la baraja española tienen significados precisos: los oros aluden a las “necesidades materiales de cada día”; las copas a las cuestiones sentimentales; las espadas a la acción política y a la vida intelectual; los bastos a las ideas y pensamientos.  Decidí, pues, concentrarme en espadas y bastos; al fin y al cabo yo quería escribir un libro: “Cartas de la baraja”. Los libros están hechos de “ideas y pensamientos”; pueden clasificarse como “acciones intelectuales”. 

Quedé un rato contemplando el dos de bastos y el cuatro de espadas; pensaba en Severino García y Friedrich Meinecke, rodeados de abejas por todas partes; también en Protocantór, quien afirmaba: los reyes de barajas tiene dos cabezas “para que puedan identificarse desde cualquier lugar de la mesa donde se sienten los jugadores”.  Hay barajas con David, rey de los judíos, con Carlomagno, monarca modelo del Sacro Imperio Romano Germánico, con Alejandro el macedonio, gobernante máximo de la antigüedad.  El poder político está presente siempre, en todo lugar, para bien o para mal.  Desdichadamente, con mayor frecuencia para mal.

Los juegos elegantes como el póker, la canasta o el “bridge”, utilizan cartas de la baraja francesa; para la adivinación en países pobres de América, funcionan mejor las barajas españolas.  La baraja inglesa es francesa -con pequeñas enmiendas de ilustración o de nominación-.  Algunos personajes sonrientes nos miran burlones desde estas barajas.  Dos “jokers” saltando, vestidos de colorines, sacan la lengua a ingenuos jugadores en los casinos del Reino Unido.

Los 48 naipes españoles no se ajustan a los cuadrantes astronómicos del calendario.  Pero son múltiplos de seis, que es “un número benigno” con el que se forman docenas: de huevos, de bocadillos, de regalos, besos o halagos.  El peor número de todas las barajas es el nueve.  Significa enfermedad y miseria.  Meinecke, por fortuna, grabó la declaración de Ernesto Pentecostés acerca de las enfermedades y miserias que pueden pronosticarse a través de barajas.  Insistía en los “tormentos” que acarrea “la mala conducta” de las propias personas.

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