A PLENO PULMÓN
Pan y agua bendita

A PLENO PULMÓN<BR>Pan y agua bendita

Durante un recorrido por Israel fui a visitar en Belén la famosa Iglesia de la Natividad.  Los guías encargados de informar a los turistas recién llegados a esa ciudad explican que Bethelem quiere decir “lugar del pan”.  Según parece, fue un pueblo donde hubo muchas panaderías siglos antes de que naciera Jesús. En años pasados leí que en Pompeya -destruida por la erupción del Vesubio en el año 79- existían numerosas panaderías.  El hombre ha comido pan desde hace milenios; el pan ha estado presente en su dieta demasiado tiempo.  Visité la Tierra Santa varias décadas atrás; desde entonces estoy diciendo: “el pan no puede hacer ningún daño al organismo humano”.

Una vez dentro de la Iglesia de la Natividad nos llevaron a conocer la celda de San Jerónimo, donde este monje excepcional tradujo la Biblia al latín.   San Jerónimo dominaba perfectamente el griego, el hebreo y, desde luego, el latín, lengua por la que tenía un aprecio triple: intelectual, estético y sentimental.  La Vulgata es el resultado del trabajo hecho por un hombre que comía pan todos los días.  Le dije al guía: si consumir pan no causó problemas a San Jerónimo; y le dio energías para traducir ambos testamentos, difícilmente podría hacerme daño a mí que sólo tendré que escribir unos pocos artículos periodísticos en mi lengua materna.

A través de “Facebook” he tenido acceso a una discusión acerca de las ventajas y desventajas nutricionales de grasas y carbohidratos.  También sobre la pertinencia de distinguir diversas clases de colesterol; y la “certidumbre” científica del deterioro que las lipoproteínas pueden traer a las arterias.  Estos problemas de bioquímica y de fisiología son enteramente desconocidos para mí.  Pero, como a cualquier ciudadano del montón, me interesa saber qué alimentos debo comer a mi edad, cuáles son saludables y no aumentan el riesgo de sufrir infartos cardiacos.

 Me encanta el pan: “sobao”, “baguette”, “brioche”, de centeno, de linaza, blanco o integral.  Dentro del pan pueden colocarse mil cosas sabrosas, para alargar aun más una tradición milenaria.  Por supuesto, no es recomendable comer diez panes de una sentada.  En ese caso, estamos seguros de que se trataría de una “alimentación inadecuada”; igual que beber agua bendita por galones.

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