A PLENO PULMóN
Para leer con aguaceros

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El servicio meteorológico ha hecho un húmedo pronóstico: los próximos días serán lluviosos.  Ya se sabía por las “cabañuelas” que habría grandes lluvias en agosto.  Pero este método folclórico de predecir el tiempo no tiene “prestigio científico”.  El Bureau Internacional del Tiempo era una organización que difundía los cambios en la presión atmosférica, advertía la proximidad de tormentas y huracanes.  Parece que ya ha sido sustituida por otras agencias especializadas, con “información satelital computarizada”.  Sin embargo, en la vieja ciudad colonial viven personas que no necesitan “cabañuelas”, ni pronósticos científicos del tiempo.

 -Cuando llueve, llueve, y se acabó; todo queda mojado, me dijo “un señor mayor” sentado en un banco frente a la catedral Primada de América. –Además, se sabe que va a llover “por los pájaros”.  Las golondrinas no salen en grupos; las palomas se meten en los huecos de las vigas, se guarecen bajo los aleros y cornisas. –El clima ha cambiado tanto en este país, continuó el sujeto, que yo confío más en las palomas que en los boletines meteorológicos.  Y me preparo para no salir de la casa.  Lo primero es comprar un buen litro de ron; y todos los ingredientes para un sancocho suculento.

 -Enseguida me pongo encima un “jacket” y llamo a un vecino jubilado para que me acompañe durante el aguacero.  Así la mujer “sale de él” y queda en libertad para hablar por teléfono con amigas que “lo saben todo”.  Entonces entrego a “la muchacha” los componentes del sancocho, incluyendo mazorcas de maíz “partidas en ruedas”; para que las cosas “vayan caminando” en lo que nosotros bebemos y picamos “un pancito con anchoas”.

 -¿De qué asuntos hablan ustedes mientras llueve y esperan el sancocho? me atreví a preguntar. –Oh; ¿y de qué va a ser? De política, de las Grandes Ligas del béisbol, de tiempos pasados que fueron mucho mejores para los dos.  Beber un “romito” viendo caer el agua es un placer extraordinario; lo hacemos “con mecedora y abanico”.  Al tercer trago uno puede decir: “Qué me importa que la lluvia caiga… despiadadamente”.  Y todos saben lo bien que después asienta el estómago un sancocho caliente.  –Usted es periodista; escriba un libro para leer cuando está lloviendo.

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