A PLENO PULMÓN
Partidos sin partitura

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Partidos sin partitura

Cuando una orquesta sinfónica se reúne sobre un escenario se oye enseguida a los músicos afinar sus instrumentos.  Durante unos minutos escuchamos notas sueltas que salen de las cajas de los violoncelos, los sonidos de las trompetas y de las cuerdas mezclados en confusión.  Pero el director tiene en su poder la partitura de la obra, el texto completo de la música que tocarán los diversos ejecutantes.  Antes de comenzar la función todos los músicos están coordinados y saben dónde marcar los acentos de la pieza.

 Esto no ocurre en los cambios de mandos en la República Dominicana.  Los funcionarios nuevos pretenden “afinar” los instrumentos de gobierno sin tener una partitura, sin las pautas de una tónica general.  Les oímos provocar chirridos, pitazos, resoplidos y explosiones; mas no consiguen darnos nada que parezca música, que recuerde a un concierto.  Es posible que los ministros y directores departamentales de un gobierno nuevo pasen el periodo constitucional entero “afinando” los “planes y programas”, sin llegar nunca a tocar o a ejecutar algo coherente y armonioso.

 El pueblo dominicano ha “proclamado” en el curso de su historia treinta y seis constituciones, con diferencias grandes y menudas, sin alcanzar con ello la legitimidad política ni la seguridad jurídica.  Hemos modificado varias veces la Ley Electoral, sin que haya mejorado la credibilidad pública en los jueces responsables de organizar las elecciones.  Al parecer, los partidos políticos no han sido correas transmisoras de objetivos generales.

 Y lo peor es que no disponemos de ningún instrumento social, político o jurídico, que sea eficaz para defendernos de tantos políticos indecorosos, depredadores del erario.  Según la teoría clásica de la democracia la soberanía reside en el pueblo.  El pueblo ejerce su derecho al voto y escoge unos representantes suyos cada cuatro años.  Tan pronto las boletas son escrutadas y las urnas de votación retiradas, los funcionarios electos quedan “sueltos de las dos manos”, sin el más mínimo control de los electores a los que dicen representar.  Usted, lector, y yo también, somos electores no elegidos que carecemos de instrumentos de supervisión, de sujeción a normas, de revocación de mandato.  Los partidos políticos son, como reza el dicho popular, ley, batuta y constitución. [Reproducido TVcable-Guía, dic/2011].

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