A PLENO PULMÓN
Pasado y porvenir

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Las informaciones ofrecidas a la prensa por tres académicos de la historia nos permiten afirmar que, de 23 miembros de número de la Academia Dominicana de la Historia, 17 trabajarán en la nueva Historia General del Pueblo Dominicano.  El doctor Cassá tendrá a su cargo la Era de Trujillo, esto es, de 1930 a 1961; el licenciado Chez Checo cubrirá el periodo de 1880 a 1930; el presidente de la Academia, Cordero Michel, trabajará el lapso de 1790 a 1880.  Habrá otros que investigarán más acá de 1961; algunos lo harán sobre épocas anteriores a 1790.  Una vez conocido este “reparto de las edades” subsisten varias incógnitas.

Si son 72 los miembros del “sanedrín” historiográfico y sólo sabemos de 17, eso significa que ignoramos los nombres de 55 personas.  Podrían ser historiadores, relatores, cronistas, antropólogos, arqueólogos, etnólogos, historiólogos, paleógrafos.  Hace falta conocer muchos futuros autores; y saber a quienes tocará el estudio de los siglos XVI y XVII.  Estamos seguros de que no se  han contratado geólogos para determinar la edad de las capas tectónicas que componen la isla.  Esta historia será solamente del pueblo dominicano, no del “asiento geográfico” de su vida social y económica.  Pero, según parece, si abarcará la prehistoria.

La gran tarea de los historiadores consiste en explorar el pasado para anticipar el porvenir.  Un historiador es un profeta al revés; pronostica al regresar de su viaje al pretérito. ¿Por qué hemos sufrido numerosas dictaduras? ¿Por qué nos da tanto trabajo vivir bajo la ley? ¿Por qué no hemos podido desarrollarnos económicamente? Habiendo crecido la producción y el comercio en la RD, seguimos siendo “unos pobretes con alto índice de analfabetismo”.  Estas preguntas pueden contestarlas los historiadores.  Aunque decidan no prestar mucha atención a las batallas militares, están obligados a examinar las disposiciones de los gobiernos, sean estas administrativas, políticas, laborales, monetarias, migratorias.

Muchas “historias” se han escrito para justificar acciones bochornosas; o para presentar hechos del pasado “en forma conveniente”.  A menudo los relatos históricos se usan para “adoctrinar”.  Lo más valioso de las buenas obras históricas es que ayudan a los pueblos a entenderse a si mismos.  Y eso les permite proyectar su porvenir con menos riesgo de naufragar.

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