A PLENO PULMÓN
Pelotazos de realidad

A PLENO PULMÓN<BR>Pelotazos de realidad

El compositor ruso Piotr Ilich Tchaikovsky hizo sonar cañonazos y campanadas en medio de los compases de su “Obertura 1812”, opus 49. La batalla de Borodino “penetra” violentamente en el delicado tejido musical de un artista romántico. La pieza conmemora la resistencia de los rusos frente a Napoleón y la estrategia seguida por el Príncipe  Mijail Kutúzov. Como ha ocurrido siempre, el arte y la crónica encontraron un punto de contacto que los refuerza mutuamente. No solo en la música puede verse la conjunción de lo lírico y lo épico. Ocurre así en la poesía antigua, en la literatura contemporánea y en el cine actual. 

En el cine de hoy, por ejemplo, la contemplación del atardecer desde una ventana podría ser interrumpida por el timbre inoportuno del teléfono. Así como el cañón no es un instrumento musical, tampoco el teléfono es una herramienta típica de la cinematografía. Cañones y teléfonos son objetos de la vida humana que los artistas emplean a su antojo. La utilería teatral acompaña a los personajes del drama, “decora” los diálogos, “sitúa” el argumento en un ángulo visible, en una perspectiva concreta. Las técnicas cinematográficas, sin duda, han influido sobre la literatura; deformándola a veces; con más frecuencia enriqueciéndola.

El cedazo por donde el escritor hace pasar sus afectos y opiniones recibe, súbitamente, una piedra de la realidad circundante. Da lo mismo que sea un cañonazo o el estridente timbre del teléfono. El impacto de esa piedra rompe el colador y deja pasar “impurezas” que no son estrictamente artísticas; pero son humanas “hasta decir ya”. Por estos orificios del colador el hombre común llega al centro de la obra artística. El cañón, el teléfono, actúan como despertadores de la sensibilidad entumecida, aletargada por una continua atención a lo trivial.

El arte narrativo es tributario, en primer lugar, de la imaginación; ha de ser portador de emociones y pensamientos. Y las tres cosas circulan en un vehículo de dos ruedas: la fluencia verbal y el interés humano. El novelista es un intermediario que comunica el para-mundo ficticio con el universo real. Los conecta mediante alusiones, destellos, chispas; y con el artificio de disparar “pelotazos de realidad”. Cañones y teléfonos siempre estarán disponibles.

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