A PLENO PULMÓN
Pensadores desvalidos

A PLENO PULMÓN<BR>Pensadores desvalidos

A finales del año pasado el diario español “El País” publicó un interesantísimo escrito del catedrático iraní Ramin Jahanbegloo, un filósofo doctorado en ciencias políticas quien dicta sus clases en la Universidad de Toronto, Canadá.  El escrito se titula: “¿Cómo ser filósofo hoy día?”  Apareció en la leída sección “La cuarta página”.  Jahanbegloo comienza por decir: “Ahora, gran parte de la población cree que el compromiso socrático con la búsqueda de la verdad es una pérdida de tiempo y una forma de vivir idealista en un mundo globalizado.  A los filósofos se les presenta como insignificantes inventores de conceptos cuyo único objetivo en la vida es luchar por asegurarse un puesto fijo en una universidad norteamericana o europea”.

 Este profesor iraní afirma: “Entre las principales preocupaciones de la filosofía ha figurado el desafío planteado por el concepto de libertad y su plasmación social y política”.  Pero, a contrapelo de Kant y de Sartre, Jahanbegloo no cree que “nuestra humanidad reside en nuestra libertad”.  Piensa que “la creación política comporta una tensión permanente entre la institucionalización de la libertad y el cuestionamiento filosófico”.  La tarea principal del filósofo en nuestra época es “insuflar libertad en la vida política”.  Opina que a la filosofía compete “la labor cívica de resistirse a la idea de que existe una teoría total de la realidad”.

   Una y otra vez, durante todo el siglo XX, los políticos han pisoteado las libertades públicas en nombre de teorías económicas o de visiones sociológicas revolucionarias.  La derecha y la izquierda han sido igualmente crueles a la hora de excluir, condenar, fusilar, aprisionar.  Las “razones de Estado” se esgrimen como mandarrias de demolición para destruir ideas, personas, grupos, clases.  En algunos países la política real y efectiva se considera una desgracia irreparable a la que es preciso resignarse.

 El autor del ensayo estima que “debe mantenerse la función del pensador cívico que observa las injusticias del mundo”.  Algo que aprendió Platón de boca de Sócrates.  Concluye así: “la tarea cívica de la filosofía actual radica en la pugna entre pensamiento crítico y fanatismo.  Sea cual sea el precio que los filósofos hayan de pagar por tener las manos vacías contra tiranías irreflexivas y dominaciones hegemónicas…”.

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