Creo que las frases hechas deben escribirse entre comillas, aunque pertenezcan a todo el mundo. Lo usual es poner comillas al aforismo inteligente de un autor determinado, a un verso memorable de algún poeta excepcional. Al colocar sobre el texto de una reflexión filosófica los bigotes gráficos de las comillas queremos decir: no la hemos pensado nosotros, reconocemos el talento, el atrevimiento del autor, su originalidad o penetración intelectual. Por eso lo citamos; sin robarle sus pensamientos, nos apoyamos en ellos. La frase hecha viene a ser un no-pensamiento, una especie de momia ideológica arrugada o resumida.
En realidad, la frase hecha podría ser puesta entre paréntesis, una forma explicita de cuarentena mental. Pero los lectores quedarían chocados por estos paréntesis inesperados, sin justificación aparente. Las comillas sobre las frases hechas admiten ser interpretadas como reproducciones textuales de lo que la gente dice. Que dice y repite sin pensarlo dos veces. Las frases hechas son obstáculos colocados en el camino del pensamiento vivo; son viejos razonamientos, disecados por el paso del tiempo.
Las frases hechas abarcan todos los ámbitos de la vida; permean las disciplinas rigurosas. En el lenguaje sociológico, en las nomenclaturas políticas, son frecuentes los conceptos estereotipados que nos impiden pensar creadoramente. Nos han dicho mil veces que la aristocracia terrateniente tenía el control político del régimen monárquico. Poseían la tierra, los medios de producción de alimentos; también nos han explicado una y otra vez que las burguesías comerciales e industriales controlan los medios de producción; el dominio de la riqueza y del empleo les permite manejar a los gobernantes.
Frente a las clases empresariales, las clases políticas contemporáneas poseen el control de los medios de decisión: senados, cámaras de diputados, parlamentos, cortes supremas, organismos de seguridad, son controlados por las clases políticas. Impuestos, empleos, gastos públicos, pueden ser manejados, utilitariamente o con fines de lucro, por las clases políticas. Si un político en ejercicio acude a un centro hospitalario, obtiene más atención y cobertura que los propietarios de los medios de comunicación. Lo mismo si convoca a una rueda de prensa. Muchos grandes empresarios de hoy han caído en dificultades de competitividad ante políticos que controlan populares y poderosos medios de decisión.