A PLENO PULMÓN
Pensar con cabeza coja

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Pensar con cabeza coja

En las Antillas ocurrieron “sucesos extraordinarios”, afirmaba Ventoldo enfáticamente.  – El almirante descubridor navegó a través del archipiélago hasta atracar en islas grandes que fueron puertas de la tierra firme continental.  La conquista de América introdujo en las Antillas Mayores abusos nuevos y discriminaciones inéditas para los aborígenes; también introdujo caballos, cerdos, gallinas.  Creencias y costumbres extrañas llegaron con la colonización.  Canónigos, funcionarios, veedores, coperos, palafreneros, proliferaron enseguida en nuestras Antillas.  Docenas de buscones, vividores, limpiasacos, “lambiscones”, pululaban alrededor de virreyes, gobernadores, capitanes generales.  Nos acostumbramos a vivir rodeados de parásitos, concluyó Ventoldo.

Ventoldo estaba loco; pero exponía sus convicciones de modo coherente, gracioso, ordenado.  Era, sin discusión, “el mejor loco” de la ciudad colonial.  Razonaba a menudo sobre prejuicios muy extendidos, aceptados mecánicamente.  Sus modales denunciaban la buena educación familiar.  Decía: – “permíteme explicarte cómo la esclavitud de los negros transformó la manera de pensar de blancos e indios; y cómo afectó los propios negros y a nosotros mismos, los mulatos resultantes de las mezclas raciales”.  Había momentos en que parecía no estar  loco; llegué a pensar que quizás la locura de Ventoldo fuera intermitente, como algunos letreros de neón.

– Me gusta hablar contigo porque me escuchas atentamente.   Yo sé que no estoy bien de salud; también sé que no estoy desquiciado por completo.  Cuando alguien enferma del estómago, le duele la barriga pero el corazón y los pulmones siguen funcionando perfectamente.  Las enfermedades siempre son parciales, afectan unos órganos y a otros no los tocan.  Con la cabeza sucede igual; me cuesta mucho concentrarme en un trabajo varias horas; sin embargo, puedo observar bien las costumbres de los dominicanos. 

– Aquella mujer oscura que va caminando y esa mulata gorda que espera transportación no saben, ninguna de las dos, de dónde proceden sus antipatías y pretensiones.  El españolito de la esquina no se casará con la novia que tiene por miedo a que los hijos les nazcan negros.  Ella, al revés, desea tener niños blancos.  Ambos perderán en eso la mitad de sus energías.  La historia vieja es causa de historias nuevas que se repiten.  ¿Por qué puedo pensarlo y comprenderlo sentado en este zaguán?  Mi cabeza funciona; aunque marche como una pierna de cojo.

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