A PLENO PULMÓN
Poetas y lingüistas

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La señora María José Rincón será recibida mañana en la Academia Dominicana de la Lengua en condición de “miembro de número”.  He sido “designado” para comentar el Discurso de Ingreso de esta distinguida lexicógrafa.  En casi todas las academias existe una “guerrilla secreta” entre poetas, novelistas, ensayistas, por un lado; y lexicógrafos, gramáticos, lingüistas, desde el frente opuesto.  Los buenos escritores y los grandes poetas tienen la virtud de ensanchar la lengua común.  Lenguas cultas son las hablas de los pueblos, que brotan de las respectivas “vividuras”, más las agudezas acumuladas de sus pensadores, poetas, narradores. 

Los gramáticos, filólogos, lingüistas, trabajan con la “materia prima” que elaboran los escritores.  A la lexicografía le llamaban despectivamente “ciencia clasificatoria”.  Los filólogos, con Nietzsche a la cabeza, hicieron ver que la comprensión plena de un texto – antiguo o moderno –  no podía lograrse sin el auxilio de la hermenéutica  filológica.  El amor a las palabras, en realidad, es amor a los textos donde estas palabras se organizan con intenciones predeterminadas.  Un texto literario es un conjunto de expresiones con significado humano preciso.  Exactamente lo contrario de una sopa de letras.

Los lingüistas se han convertido en filósofos del lenguaje y por ello han sido aceptados por los literatos-artistas, que antiguamente los rechazaban. Manuel del Cabral solía decir que los críticos “censaban los microbios de su poesía”. Y repetía: “nunca he visto la estatua de un crítico”.   Pueden clasificar o analizar versos pero no pueden  escribirlos.  A duras penas admitía que los investigadores de la lengua ayudan a comprender y disfrutar la literatura.

Este pleito ha disminuido en intensidad porque muchos escritores, inventivos y valiosos, estudiaron filología románica.  Algunos de ellos publican trabajos de investigación en las mismas revistas donde aparecen sus propios textos literarios.  Las academias de la lengua necesitan de todos: de los técnicos de computación que echan a andar nuevas palabrejas misteriosas, de militares y artilleros que manipulan explosivos de alto poder destructivo.  El lenguaje es propiedad comunal; los hombres cultos  y los ignorantes se entienden en el mismo idioma.  Los poetas crean nuevas metáforas usando viejas palabras gastadas por el uso.  Lexicógrafos y lingüistas, poetas y novelistas, han firmado un pacto de asistencia recíproca.

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