Los muertos ni van al dentista ni sienten ganas de sonreír, pues no pueden abrir la boca. Estas expresiones de humor funerario, atribuidas a un criminal mafioso, muestran el desprecio que sienten los delincuentes por la vida de los demás. Todos los días los mafiosos adquieren más poder sobre los ciudadanos corrientes y normales. Decir normales es un residuo de la influencia de los psicólogos del siglo XIX. Para ellos el criminal no estaba en sus cabales. La conducta criminal se consideraba una enfermedad, un desarreglo de la personalidad. Si la llamada normalidad fuese un concepto estadístico, concluiríamos en que cada vez hay mayor número de delincuentes.
Si juzgáramos por la frecuencia de los actos mafiosos y la difusión de este estilo de vida en el mundo, diríamos que tiende a ser normal, a convertirse en habitual, en norma o regla. La política de nuestro tiempo ya ha sido calificada como actividad mafiosa. Con motivo de las escandalosas revelaciones del portal Wikileaks, un diario europeo afirmó que esos informes reservados destapan un Estado criminal. Se refería, primariamente, al Estado de Nicaragua, al que los EUA acusan de tener conexiones con narcotraficantes. Pero la conducta criminal abarca a otros muchos países; incluso la OTAN, una organización internacional, ocultó a Rusia un plan para defender a los países bálticos.
Quiere decir que todos hacen trampas; violan estatutos civiles, reglamentos institucionales. Los gobiernos manifiestan el mismo desprecio por la vida que ese capo, autor de la frase con que empieza esta nota. Por lo visto, los políticos resuelven casi todas las cosas matando, amenazando, censurando, desordenando, dañando y con muchos otros perniciosos gerundios. No debe sorprender que los de abajo imiten a los de arriba en los métodos de ganar dinero rompiendo brazos o pescuezos.
Joseph Nye, ex-subsecretario de defensa de EUA y profesor en la Universidad de Harvard, escribió un artículo acerca de Corea del Norte, una monarquía comunista hereditaria. En dicho escrito, Nye explica que el pobrísimo régimen norcoreano es el único gobierno que puede hacer que China parezca impotente. A los chinos les preocupa que un Estado fallido colapse en su frontera. Opina que otra fuente de poder reside en la audacia y la irresponsabilidad.