A pleno pulmón
Por impulso de trapos

A pleno pulmón<BR>Por impulso de trapos

La política dominicana consiste, en buena medida, en “sacar trapos sucios”. Los políticos dominicanos “coleccionan” historias desdorosas de sus adversarios; pagan para saber si cumplen con sus obligaciones familiares, si tienen deudas pendientes con los bancos, si en los tribunales hay procesos en marcha que los incriminen.  La conducta sexual de los enemigos políticos es otro aspecto esencial.  De ahí que muchos “debates políticos” deriven en una “guerra de excrementos”. Finalmente, todo se resuelve con insultos y descalificaciones.  Los individuos sin vocación para la diatriba, difícilmente pueden participar en política.  Con respecto a cierto funcionario prudente y capaz, oí decir: “el pobre, es demasiado bueno, no sabe dar “una pela de lengua”.

 Concebir una empresa rentable en el campo de los negocios es, a mi juicio, un merito mayor que “terciarse el sable” para vociferar improperios en una campaña electoral.  Crear un programa de ayuda para la educación de jóvenes pobres es también una iniciativa digna de elogio.  Muchas entidades “de servicio público” son organizadas por ciudadanos decididos y enérgicos o por religiosos con sentido misional.  No se publicita suficientemente el trabajo de los “boy-scouts”, de los bomberos civiles, de los muchos “voluntariados” que recaudan fondos para hospitales, asilos, congregaciones piadosas, escuelas vocacionales.  Se sabe más de los que roban y destruyen que de quienes construyen y enriquecen.

 Un buen maestro vale más que tres difamadores; pero no siempre los habitantes de una ciudad están dispuestos a defender al maestro contra los calumniadores.  En épocas abrumadas por el descreimiento y la decepción cívica, el altruismo naufraga como una canoa azotada por un huracán.  Se necesita gran entereza para optar abiertamente por la contraparte natural del egoísmo humano, que es la caridad. La vida toda descansa en esas dos inflexiones opuestas.

 La higiene colectiva reclama una consigna general de “trapos limpios”, de iniciativas o “emprendimientos” constructivos.  El “trapo limpio” podría ser una vela que empujara la nave social dominicana hasta el “mar de la tranquilidad”.  Hoy por hoy, signos de disolución asoman por todas partes: la educación, la seguridad, la energía, el empleo, la producción agrícola; la policía, los tribunales de justicia, los partidos políticos, han sido puestos en entredicho.  Es hora de lavar las velas.

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