A PLENO PULMÓN
Positivismo negativo

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Son muchísimas las personas a quienes no les gusta oír hablar de asuntos conflictivos, tristes, infortunados. La impunidad de los criminales, la “inseguridad ciudadana”, la inflación de los precios de los alimentos básicos o de los combustibles, entran en la categoría de “temas desagradables”.  Desdichadamente, es muy difícil echar a un lado estas realidades que nos punzan todos los días.  Usted puede –después de correr su puerta y poner el candado-  “no pensar en ello”.  Defenderse de los efectos de la ansiedad es un recurso válido de higiene mental.  En algunas circunstancias es necesario apartar la atención de las “cosas ingratas”.

Este método lo han practicado algunos judíos prisioneros en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.  Es una manera retorcida de conservar el equilibrio en situaciones desesperadas.  Los habitantes de las ciudades de hoy, castigados por el vandalismo y las crisis financieras, no viven trances comprables a las de los judíos confinados en centros nazis de exterminio.  Pero no hay dudas de que actualmente no descansamos en “un lecho de rosas”.

La semana pasada leí en “Facebook” una curiosa frase de Kant acerca de las penalidades cotidianas. La cita de Kant fue transcrita por una conocida y apreciada  profesora de historia del arte.  Según el metódico filósofo prusiano contamos con “la risa, la esperanza  y el sueño”.   Reír y dormir, ciertamente, pueden ayudarnos a seguir luchando con las adversidades.   El buen humor –el chiste oportuno- podría “restaurar” nuestra fe en el porvenir de las sociedades contemporáneas.

Lo que resulta inaceptable es que alguien te diga, imperiosamente, “plantéame cosas positivas”; no me hables de las diabluras de los políticos, de procesos contra narcotraficantes, de las crisis de las deudas soberanas.  “Estoy hastiado de oír quejas contra esto  o aquello; quiero que me expliquen cómo hacerme rico”.

La literatura estimulante “debe ser protegida”, concluyen  los amantes de “lo positivo”. Pero se venden hoy miles de “libros de autoayuda” sin necesidad de “protección”.  Muchos problemas graves no se resuelven porque estos “positivistas” pretenden reafirmarse diciendo: “ni para allá voy a mirar”.  Algunos llegan al extremo de preguntar: ¿dónde están los libros de Bill Gates, de Warren Buffett o Donald Trump?   ¡Esos sí valdría la pena leerlos!

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