A PLENO PULMÓN
Potestades cesáreas

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En Alemania y en Austria existen individuos a los que llaman “nostálgicos de Hitler”. Según tengo entendido, no son muchos. Representan las “porciones frenéticas” de esas sociedades. Los psicólogos tal vez puedan encontrar explicaciones aceptables sobre estas actitudes radicales. Toda Europa sufrió las consecuencias de la política alemana durante el gobierno de Hitler, entre 1933 y 1945. Historiadores, artistas, dramaturgos, cineastas, se han ocupado en estudiar o mostrar los horrores de un periodo especialmente doloroso y sangriento.  Sin embargo, eso no disminuye el entusiasmo de los nostálgicos por usar brazaletes con la cruz gamada de los nazis.

Pero ciertos problemas colectivos de algunas sociedades específicas no pueden ser fácilmente aclarados por los psicólogos, pues no constituyen conflictos individuales de conducta. Los asuntos de antropología cultural son mucho más complejos y abarcadores que los problemas del comportamiento individual. La historia de los pueblos arrastra “sedimentos psíquicos” que actúan como fertilizantes de los vicios y virtudes de cada población. Hay pueblos con tradición dictatorial a los que resulta dificultoso asumir “procedimientos” democráticos. En Santo Domingo hemos pasado por las experiencias despóticas de Santana, Báez, Lilis, Trujillo.  Con poco esfuerzo hablamos de “partir cocotes” o de “reventar gentes”.

En Rusia también hay “nostálgicos” de Stalin.  Añoran sus “directrices” ideológicas, las decisiones implacables. La “socialización”, que comenzó en 1928, causó en la Unión Soviética varios millones de muertos. La “gran purga” del Partido Comunista, en los años 1937 y  1938, provocó diez millones de presos y tres millones de fusilados. El “deshielo” posterior, la disolución de la URSS, no lograron licuar las adhesiones de los partidarios del bigotudo georgiano.

Los dictadores tiene el “encanto” primitivo de que parecen estar por encima de todas las reglas; dan la impresión de que actúan movidos por fuerzas de la naturaleza, ajenas por completo al derecho o a la moral. Hacen lo que “simples mortales” no podrían hacer en ningún caso. Los hombres comunes jamás han conocido las libertades de que  disfrutó Napoleón: doblegar la voluntad de los nobles, designar reyes en regiones sometidas, faltar al respeto a dignatarios de la Iglesia. Trujillo tuvo la paradójica potestad cesárea de “convertir una personalidad en un mojón”; y al revés: “un mojón en una personalidad”.

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