A PLENO PULMÓN
Prisión espectacular

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Antiguamente los temas centrales de las películas podían ser: el amor, el odio, la muerte, la guerra, la desgracia, personal o colectiva.  La “conquista del oeste americano” inspiró argumentos de películas acerca del crimen, el valor, la injusticia; también sobre la importancia social del orden, la utilidad del arado o la fortaleza de los preceptos bíblicos. 

 El desarrollo de la cinematografía ensanchó enormemente el mundo de los espectáculos públicos.  Los “amantes del séptimo arte” recuerdan con emoción la llegada del “technicolor” y el “cinemascope”.  Hubo un momento en que los productores de Hollywood filmaban “espectáculos espectaculares”, con miles de “extras”  y costosísimas escenografías: “Ben-Hur”, “Cleopatra”, “Los diez mandamientos”. 

 Ahora parece que el tema central va a ser el espectáculo mismo.  “Hugo”, la película de Martín Scorsese, ha ganado merecidos premios por sus fotogramas espléndidos: las calles de París, los engranajes de un gran reloj, las actividades de la vieja estación de trenes en Montparnasse, la expresión deslumbrada de los ojos de Hugo y de su adorable compañerita.  Pero el eje principal es un cineasta olvidado, creador de ilusiones ópticas, de artificios engañosos.   Hoy vivimos prisioneros de los espectáculos; somos parte de una colosal estructura de ficciones que crece continuamente: cine, TV, “Internet”, DVDies.

 La cinta “The artist” es otra obra premiada que plantea el tránsito del cine mudo a la banda sonora.  ¿El espectáculo será cuestionado por el propio espectáculo?  ¿Los cineastas, consternados,  se miran el ombligo?  Esta última es una película francesa dirigida por Michel Hazanavicius. “Hugo”, en cambio, es producción norteamericana.  Ambas abordan el espectáculo desde dentro; y sus consecuencias o efectos sobre los demás.  En la película de Scorsese es sustantiva la presencia de un autómata programado para escribir y dibujar.

 Los mecanismos del reloj, de la pierna artificial del guardián de estación, las piezas del autómata, funcionan como alegorías de la regulación mecánica de nuestras vidas.  La publicidad comercial, el cine la TV, el “Internet”, nos condicionan casi enteramente.  En “la red” podemos encontrar todo sin apartarnos un instante de la pantalla: noticias, conocimientos, pornografía clasificada; “click”: sexo peludo, tetas pequeñas, nalgas grandes.  El autómata de “Hugo” requería llave en forma de corazón.  Actualmente usamos tarjetas magnéticas, “passwords” o algún “token”.

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