Antes se decía: vamos a tratar un tema concreto, abordaremos un asunto específico; de manera retórica, el expositor encargado de tratar un problema concreto o especifico declaraba: en este punto sostenemos la opinión esta o aquella. El punto era un punto de apoyo, como el de las palancas de Arquímedes; o un punto de referencia, como las proposiciones de Galileo; en algunos casos podía significar el puro valor geométrico euclidiano. El punto así utilizado no tenia punta, no era puntudo. Punto y aparte, o punto seguido, solamente son signos para organizar la escritura. Pero ahora todo es puntual.
Claro, menos las cuestiones horarias, pues nadie acude puntualmente a las citas convenidas. La gente no llega a los actos públicos a la hora señalada. Me han dicho varias personas que leen los artículos de A pleno pulmón. porque son breves, claros y puntuales. El propósito es, desde luego, halagar al periodista que no divaga demasiado o que se ajusta al tratamiento de un tema único. A lo mejor, de modo oblicuo, quieren indicar que a todos lo sucesos y noticias puede sacarseles punta o encontrarles la punta para comprenderlos.
El periodista, con el fin de ganarse la vida, ha tenido siempre que sacarle la punta al lápiz en la época en que se escribían los artículos con lápiz-, o sacarle la punta al tema que trata. Aquí, en Santo Domingo, la expresión sacarle la punta a un asunto implica darle vueltas, maliciosamente, hasta encontrar una interpretación punzante, deformada o mal intencionada. En el caso del tema puntual que nos ocupa, eso de sacar punta debe sustituirse por sacarle la punta, o sea, encontrar el hilo del ovillo y desenredar el asunto.
No siempre las cosas con punta sirven para herir o acometer. Ese es el caso de las madejas del hilo para bordar; todas comienzan y terminan por una punta; y ambas puntas son blandas. En realidad, el problema puntual es que debo entregar a tiempo mi artículo al director de este periódico. He buscado un sacapuntas, de los que usan los niños de la escuela primaria, con la esperanza de sacar 365 virutas de prosa. Los lectores de esta columna también tienen derecho a divertirse.