A PLENO PULMÓN
Prolongar la historia

A PLENO PULMÓN<BR>Prolongar la historia

Tan importante como entender y asimilar la herencia política recibida  es prolongarla en la historia y enriquecerla.  Los Padres Fundadores de la República Dominicana iniciaron un “proyecto nacional”, intentaron organizar un esquema de convivencia social con el cual todos estuviésemos comprometidos.  Por eso es tarea esencial contribuir a la construcción de un “proyecto colectivo de vida común”.  ¿Qué hemos hecho juntos en la historia? ¿Cómo podemos prolongar esa historia de manera socialmente creativa?  Estas preguntas las formulan los líderes de los pueblos que han llegado a ser naciones en plenitud.  En eso de “ser nación” existen “grados de realidad”.  La nación es un fenómeno cultural que crece y se desarrolla a partir de un embrión. 

Los judíos perdieron su territorio, perdieron su Estado, incluso perdieron su lengua; en cambio, nunca perdieron la cohesión nacional.  Apreciaban su historia, tradiciones y cocina.  A pesar de todas las persecuciones y penalidades de la diáspora, los dirigentes judíos se las arreglaron para mantener vivo ese “espíritu” que les preservó durante la dispersión.  La semana pasada tuve oportunidad de hablar ante grupos interesados en asuntos bíblicos, históricos, políticos.  Tres auditorios diferentes, “enfocados” sobre temas distintos pero conexos.  Me vi obligado a repetir la frase del poeta alemán Enrique Heine: “la patria de los judíos es un libro”.  No pisaban tierra propia, carecían de autoridad estatal; no obstante, amaban su historia y estaban dispuestos a prolongarla.

“Pueblo” es un grupo humano con determinadas características étnicas, lingüísticas, culturales; “estado” es un organismo de coerción, violencia; “nación” es conciencia de ser comunidad y propósito de seguir siéndolo.  Cuando los judíos consiguieron un territorio y fundaron sobre él un Estado, actuaron con la coherencia de  nación que siempre manifestaron  en el exilio.

Los dominicanos tenemos territorio y Estado; pero carecemos de “proyecto colectivo” que dé sentido y legitimidad a la acción coercitiva del Estado.  A crearlo y fomentarlo deberían dedicarse los líderes todos: políticos, académicos, religiosos, empresariales, comunitarios.  Las frustraciones políticas de nuestra historia proceden de ahí.  La “tradición dictatorial” dejó maltrecha la energía nacional, desalentó la participación política desinteresada.  Abundan “patriotas maldicientes” quejándose continuamente de la mala conducta de los funcionarios.  ¡Felizmente, existe ya un Centro de Pensamiento y Acción del Proyecto Nacional!

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