A PLENO PULMÓN
¿Proscribir la crítica?

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Hay personas “delicadas” a quienes molesta mucho leer “criticas de  costumbres”. De costumbres políticas, policiales, e incluso de “costumbres criminales”.  Estiman que examinar nuestros problemas sociales puede ser “poco constructivo” o francamente negativo.  ¡Es mejor destacar “lo positivo”!  La ropa interior sucia no debe lavarse en público, dicen, poniendo caras de “escolarcas” antiguos.  Para cerrar, añaden: ¡Mejor sería que cosas así no se dijeran nunca!

Es el método habitual de los políticos en cualquier tiempo: ocultar todo cuanto sea deplorable o penoso; poner de resalto lo que pueda ser agradable o digno de aplausos.  Un procedimiento orientado hacia las “buenas relaciones públicas”.  Oír decir a un periodista, empeñado en complacer a un legislador del partido oficial, “esta gente hace mala propaganda a su propio país”. 

Esas expresiones colocan en tela de juicio “el patriotismo” de aquellos que hacen “criticas de costumbres” en el pueblo donde han nacido.  Acabo de leer un libro de Joseph Pérez, titulado “La leyenda negra”.  El tema central del escrito es el dominio de la Casa de Austria, en España; en toda Europa; y los prejuicios contra España que difundieron los príncipes holandeses.  De las notas que acompañan al texto copio una cita de Pío Baroja sobre su país: “El vino es gordo, la carne es mala, los periódicos aburridos y la literatura triste. (…) triste país en donde por todas partes y en todos los pueblos se vive pensando en todo menos en la vida”. Azorín, en un homenaje a Angel Ganivet, declaró: “Pensemos en nuestras campiñas yermas, en nuestros pueblos tristes y miserables, en nuestros labradores atosigados por la usura y la rutina, en nuestros municipios explotados y saqueados, en nuestros gobiernos formados por hombres ineptos y venales, en nuestro parlamento atiborrado de vividores”. 

Paul Leroy Beaulieu, economista francés,1843-1916, dijo “que la política es el arte de hacer su negocio a expensas del público […] lógico es que el 90% de los políticos sean […] indignos de los empleos que desempeñan”.  Otra nota indica que Robert Salisbury, Primer Ministro inglés, dividía los pueblos en dos grupos: “living nations” y “dying nations”; naciones con vitalidad y naciones moribundas.  Españoles, franceses, británicos, viven mejor a causa, precisamente, de las criticas oportunas.

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