A PLENO PULMÓN
Protuberancias sociales

A PLENO PULMÓN<BR>Protuberancias sociales

Casi todo lo que vemos en un aeropuerto está recién llegado o a punto de irse.  Es un lugar para despedidas o recibimientos.  El aeropuerto contiene un cosmos en pequeño: negociantes, vacacionistas, estudiantes, contrabandistas, niños, viejos, monjas, prostitutas.  Algunos escritores disfrutan mirando “gente rara” desde un asiento en las “salas de espera”.   Por delante de nosotros circulan personas luciendo diversas clases de vestimenta: con turbantes, con fez, en pantalones cortos, con barbas “patriarcales”, gordos, flacos, en sillas de ruedas.  Ninguno “pertenece” al lugar; todos parecen estar “de paso”.

Es claro que también hay empleados de las líneas aéreas, de la propia terminal, maleteros, pilotos, azafatas.  Para ellos ese mundo es parte de su trabajo ordinario; y tal vez carezca del  atractivo que encuentran allí escritores y periodistas.  Los “dramas” de los aeropuertos han sido objeto de películas, novelas, reportajes.  En un aeropuerto puede haber peligro: bombas, sabotaje, accidentes, incluso terrorismo.  No debemos disminuir la “densidad” humana de los aeropuertos.  Sin embargo, el grueso de la población que usa a veces el aeropuerto, no vive en él.  El aeropuerto no “condiciona” su existencia.

El aeropuerto es como el supermercado: un sistema de servicios al que acudimos cuando lo necesitamos.  No tenemos siempre presente la “imagen” del supermercado,  a pesar de estar obligados a visitarlo con más frecuencia que el aeropuerto;  a pesar de los altos precios de los comestibles y de que al llegar a la caja podemos “medir” el valor económico de la visita. Aunque aeropuerto y supermercado tengan algunos ingredientes “espectaculares”, no marcan con hierro ardiente nuestra sensibilidad; no son “protuberancias sociales”.

Dentro de la designación provisional “protuberancias sociales” podemos mencionar: el volumen creciente de jóvenes metidos en drogas, asunto que comprobamos con solo abrir las páginas de los periódicos; los abusos de los funcionarios públicos, que disponen a su antojo de los recursos del erario; la criminalidad sin contención, visible a toda hora en cualquier ciudad de la RD. Drogas, malversación de fondos, criminalidad, se han convertido en “espectáculos” reiterados, magnificados por las reseñas de los procesos judiciales.  Vivimos sumergidos en esas “protuberancias sociales” que es imposible eludir.  Al aeropuerto, al supermercado, entramos cuando queremos; de las mentadas “protuberancias sociales” nunca logramos salirnos.

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