A PLENO PULMÓN
Pupila de lechuza

A PLENO PULMÓN<BR>Pupila de lechuza

La lechuza puede ver perfectamente en la obscuridad; en cambio, la sola, presencia de la luz la ciega por completo.  Ninguna lechuza percibe los objetos a su alrededor si están expuestos a la claridad del sol.  Búhos y lechuzas son aves nocturnas.  Sus grandes ojos dan la impresión de asombro ante el mundo.  Por eso los antiguos relacionaron la mirada de estos animales con la capacidad de observación de los filósofos. Se ha dicho que el hombre de pensamiento es como una lechuza: logra ver claro donde todo está obscuro.  Teólogos y místicos se han referido  a  los ojos desorbitados de las lechuzas comunes.

 San Juan de la Cruz escribió en “Noche oscura”:  “las cosas divinas son en si más claras y manifiestas, tanto más son al alma de oscuras y ocultas naturalmente; así como la luz, cuanto más clara es, tanto más ciega y oscurece la pupila de la lechuza”.  Los ojos de las lechuzas están metidos dentro de un hueso; son incapaces de “enfocar la visión” sin mover también la cabeza. Captar el curso de la historia, tratar de entender los acontecimientos sociales, es una operación mental parecida a la de los místicos que se empeñan en “unir su alma con la divinidad”.  Ascetismo, contemplación, devoción, facilitan al místico el contacto con la realidad de Dios.

 Pero la experiencia mística es individual, única, intransferible; no puede comunicarse a nadie más.  Lo contrario del místico es el periodista; este funciona adecuadamente si lo que ve, toca o intuye, consigue ser comunicado.  No existe noticia si “su contenido” es inefable o incomunicable.  De ahí que prohibiciones, inhibiciones, censuras, miedos difusos, hagan tanto daño al ejercicio de “la libre expresión del pensamiento”.  Las noticias, para serlo, han de ser compartidas.

Los periodistas necesitan ver en la “compleja oscuridad de los sucesos” de cada día… como las lechuzas.  Asuntos que están delante de todos, a plena luz, no siempre son visibles para políticos y funcionarios. Realidades de gran bulto, con las que tropezamos continuamente, no son percibidas por algunos ministros.  ¿Tendrán pupilas de lechuza?  Los periodistas deben reparar en esas realidades “manifiestas” que veía San Juan de la Cruz: situarse a medio camino entre lechuzas y místicos.

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