No hay modo de escurrir el bulto ante tantos problemas sociales causados por la falta de educación. Con solo hervir el agua para beber y lavarnos bien las manos antes de comer, evitariamos un montón de enfermedades infecciosas. Por no tener educación tiramos la basura en las calles en lugar de echarla en los zafacones. La epidemia del cólera ha matado a miles de personas en Haití por las precariedades sanitarias y por la ignorancia de buena parte de su población. La escolaridad, indudablemente, es un aspecto básico de la educación; pero no el único importante. La escolaridad a secas, sin disciplina laboral ni voluntad de acción, no es suficiente para enfrentar problemas sociales.
Para impartir enseñanza se necesitan pupitres, aulas, maestros, libros de texto. Transmitir conocimientos elementales de geografía, matemáticas, ciencias naturales, historia, lengua española, requiere un programa y, desde luego, pupitres, maestros y, finalmente, niños que acudan durante las horas reglamentarias. Todos los programas nuevos se ponen viejos al cabo de algunos años. La historia de la enseñanza: primaria, secundaria, es una continua reforma de métodos pedagógicos, de procedimientos didácticos. Quienes han sido profesores por muchos años saben de sobra cuantos remiendos se han cosido a los programas, guias, currículos, ilustraciones, cuadros sinópticos.
Al tratar el tema de la educación se habla siempre de pupitres, de textos, de equipos de exposición audiovisual; lo cual es pertinente. Pero se habla poco del maestro y del niño, del educando y del educador, que son los polos centrales de la educación. Es importante que existan libros de texto bien concebidos, bien impresos. Aulas ventiladas e iluminadas son siempre deseables, lo mismo que pupitres cómodos. Sin pretender que los jóvenes asistan a clases a la sombra de un árbol, no debe olvidarse que quien enseña es el maestro. Aristóteles enseñaba caminando; el Buda, bajo un sicómoro. Segregaban normas de conducta.
La formación de los profesores es lo esencial; la calidad de la enseñanza depende de la calidad del maestro. Todo lo demás es accesorio, a veces muy útil; nunca más que el maestro. Prefiero un texto malo con un maestro bueno que lo contrario: un texto excelente con un maestro pésimo. Nos enseña a discernir el magister.