A PLENO PULMÓN
Que venga un tiranazo

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El tirano “mejor” del mundo es indeseable.  Para ciertas personas un “buen tirano” es aquel que tiraniza a los demás y, a “nosotros”, nos favorece.  Suponen que las crueldades y abusos que mantienen al tirano en el poder no les tocarán nunca.  La verdad es que nadie escapa al ensañamiento del tirano una vez se ha producido el “endiosamiento”.  Un tirano es, por definición, alguien cuya conducta no tiene límites, sean jurídicos, morales o de sentido común.  “¡Qué va!” Me dijo un antiguo funcionario: “desde luego, hay que saber tratar a los dictadores”.   

Poco después explicó, con algunos ejemplos concretos, la manera de complacerlos, halagarlos, “llevarles la corriente” y, sobre todo, “darles bombo” a sus iniciativas políticas; no decir “cosa inoportunas”.  En ciertos momentos hay que “aguantar algunos chaparrones” de mal humor.  Pero esto ocurre dentro de la familia, incluso en el trabajo; “cómo no va a ocurrir en la política”.

Afirmó: en una dictadura la vida es más fácil, puesto que únicamente hay que “caerle bien a una sola persona”.  Concluyó que en esa clase de gobiernos se podía hacer fortuna sin tener ningún mérito.  Que dicha regla era válida para todas las personas: hembras y varones, torpes o inteligentes, de gran belleza o carentes de encanto.  Muchas veces ocurre que un tipo narizón o patizambo, resulta que “da suerte” al tirano o le hace reír.  Y ahí empieza el éxito del sujeto, su carrera como “cabildero”.

 Se conoce el escrito de un experimentado cortesano chino llamado Han Fei, quien vivió en el siglo tercero antes de Cristo.  Han Fei estima que todo depende de “la persona a quien se habla”.  Explica:  “si un alto personaje tiene […] defectos  y eres […] franco en tus consejos, corres peligro”  […] “si esta persona […] hace lo que tu le has aconsejado, se molestará si triunfa y sospechará de ti si fracasa, por lo que corres peligro” […] “si le hablas como a un caballero idealista, pensará que recurres al sarcasmo y, si le hablas como a quien se interesa en mezquinas ganancias y ruines ventajas, pensará que eres un avieso adulador”.  Han Fei murió envenenado en la cárcel. Un tirano quiso salvarlo, pero no pudo.

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