Mientras buscaba en un mercadillo de China un bronce con las cuatro caras de Buda, oí una voz que decía: ¡Federico, Federico, ven acá! Me pareció imposible que en lugar tan distante de la RD como Chongqing, hubiese alguien que me llamara por mi nombre. No puede ser a mí, me dije. En medio de una multitud de chinos y turistas oí claramente: ¡Federico, ven, bébete un petacazo! Era un viejo amigo a quien no veía en muchos años, compañero de clases en la Escuela Normal de Varones. Me abrazó con afecto; tomé el petacazo de whisky; y sentí alegría.
Removiendo el hielo del vaso plástico que me extendió, pregunté: -¿Qué haces aquí? Hago negocios; tengo un amigo chino que maneja varias empresas; yo vendo los productos de sus fábricas en Miami, Nueva York, la RD ¡Ese chino si trabaja! Lo encontré ayer, en el subsuelo de la planta industrial, bregando con el cableado; me dio la mano sucia de grasa. Vigila con cuidado todos los procesos: desde materias primas, producción, empaque, hasta ventas. He viajado diez veces a la China. Me va bien, concluyó satisfecho mi amigo, al subir a un trencito con tres achispados compañeros de tragos y negocios.
En ese mercadillo venden miles de libritos rojos con el catecismo de Mao, en todas las lenguas. El tendero que comercia en bronces del Buda explicó: el idioma en que se venden menos ejemplares es el mandarín. Los turistas de Europa y América quieren leer dogmas y aforismos de Mao. Los chinos no están en eso, asevera. Es evidente que la economía de China avanza a grandes zancadas. Se debe a que este coloso demográfico produce millones de empresarios, grandes y pequeños. Deng Xiaoping desveló el misterio: no es lo mismo ser propietario de una empresa que burócrata del gobierno.
En la desaparecida Unión Soviética hicieron falta empresarios en cantidad suficiente para arrear la economía. China es un país dominado por un sólo partido político: el Partido Comunista Chino. Vive bajo un régimen que podemos llamar capitalismo de Estado. Cientos de millones de chinos se han incorporado al consumo. El próximo paso es alcanzar la institucionalidad democrática; lo que llaman los chinos quinta modernización.