Atraco, asalto, secuestro, son tres palabras que los reporteros tienen que escribir una y otra vez. Son tan frecuentes estos actos delictivos que se han convertido en parte de la cotidianidad de periódicos y noticiarios radiales. También de las conversaciones entre vecinos. -¿Supiste que a nuestra amiga fulana le arrebataron la cartera? -Sí, ya me lo contaron; menos mal que no le quitaron la llave del automóvil. Hay que encomendarse a todos los santos; si un ladrón es drogadicto mata a su víctima sin preocupación ni trámite.
Estos diálogos son como intercambios de infortunios. Tal vez preparación para esta vida y para la otra, si usáramos el lenguaje de los teólogos. Lo que le ocurrió a aquel, puede ocurrirme a mí; si a ella la despojaron del teléfono celular, es posible que te lo hagan a ti. ¡Mírate por anticipado en el espejo de los demás! Muchas personas recomiendan entregar todo al asaltante al primer requerimiento, con el propósito de proteger la vida o la integridad física, aunque se pierdan los bienes. Creo que es una recomendación razonable, especialmente para personas mayores de edad, débiles, minúsvalidos. El hombre común no está capacitado para competir con criminales.
La recomendación, por tanto, es válida para jóvenes y ancianos, para atletas y discapacitados. Sin embargo, nadie sabe con seguridad cómo reaccionará cada individuo ante el asalto; ni qué responderá el asaltante frente a la actitud de una proto-víctima. Los intercambios de infortunios suelen ser peores después de intercambios de disparos. Quizás lo mejor sea evitarlos, con prudencia, pasividad, sangre fría.
Pero algunas personas fogosas recomiendan tener armas, en el carro o en el bolsillo. Si usted no es pistolero de profesión, busque un revólver calibre 38, que no sea necesario manipular previamente, como es de rigor con las pistolas. Usted, sencillamente, aprieta el gatillo y larga el tiro. De lo contrario tendremos que declarar un feriado para delincuentes. ¡Que ellos roben todo lo que quieran, bajo amnistía de la Secretaría de lo Interior, refrendada por rendición incondicional de los ciudadanos! Ambas recomendaciones son inútiles, pues a la hora de la verdad las cosas toman caminos inesperados. Dios dirá qué es mejor: entregar la cartera o abalear un delincuente.