El día 2 de enero del año 2003 escribí un artículo titulado Entre salvar y dañar; fue publicado en el Listín Diario, en mi columna bisemanal Pecho y espalda. El tema principal: la Comunidad Económica Europea y, desde luego, lo nacional y lo transnacional. Me referí entonces al enorme esfuerzo económico realizado por Alemania Occidental para rescatar del marasmo social a la otra Alemania, a la RDA. La unificación de las dos porciones de Alemania, separadas al término de la Segunda Guerra Mundial, costó una altísima emisión monetaria que puso en aprietos al marco y retrasó los programas de la Unión Monetaria Europea, esto es, de la moneda común.
Las razones de la unificación fueron políticas, sentimentales, culturales; los sentimientos nacionalistas de los alemanes estuvieron presentes en esta decisión, a pesar de que Europa está transitando hacia lo transnacional. Los intereses comunitarios, de Alemania y de Europa, no impidieron la reunificación nacional de ambos territorios. Lo primero y más amplio no ha podido ahogar lo segundo, más restringido y doméstico.
Ninguna empresa política dirigida hacia un proceso de integración económica regional, por grandioso y conveniente que éste sea, logra aplastar los prejuicios históricos o los sentimientos locales de amor a la tierra. Lo nacional y lo transnacional son dos momentos del péndulo colectivo. Lo nacional es lo que somos ahora; lo transnacional es lo que queremos ser y aun no somos del todo. Los alemanes del Este vivían en condiciones económicamente inferiores a las de los alemanes del Oeste. Pero su nivel de vida era superior al de muchos pueblos del Caribe y de América Central.
Actualmente, gobierna en Alemania Ángela Merkel, una persona que procede de Alemania del Este; y el euro atraviesa por una crisis que se atribuye a las deudas públicas de las economías más débiles de la comunidad europea. Tal vez sea éste el momento apropiado para replantear el espinoso problema de Haití: Si la comunidad internacional hiciera un esfuerzo semejante al que hizo Alemania, pero en relación con Haití, podrían salvarse dos países y no solamente uno. No habría enfrentamientos, ni étnicos ni territoriales ni migraciones a los EUA ni a RD. No estaría la miseria colgada de la pobreza.