El desarrollo de las lenguas romances es tema de enorme interés para los lingüistas. Las lenguas surgidas del bajo latín: italiano, francés, español, portugués, catalán, rumano- han experimentado cambios en el curso de su historia, difícilmente explicables. Unas lenguas crecieron en extensión del número de hablantes, precisión conceptual, riqueza de vocabulario-; otras se contrajeron, anquilosaron o decayeron. Hay casos azorantes de fragmentación. La llamada lengua provenzal, idioma de los trovadores, se ha dividido en muchos dialectos.
El habla de Limoges, el dialecto lemosín, está conectado estrechamente con el catalán. Mientras varios dialectos franco-provenzales se vuelven añicos, otras lenguas salidas del latín vulgar, a pesar de estar concentradas en una precisa zona geográfica, penetran dentro de grupos humanos muy distantes. El rumano tiene hoy unos 30 millones de hablantes, la mayor parte en Rumania; pero también se habla en Moravia, en Serbia, en algunos lugares de Hungría y Ucrania. Los investigadores de la evolución de las lenguas aclaran unos asuntos; y más tarde, de esas trabajosas claridades, surgen nuevos misterios.
Descartes estudió desde los ocho años de edad en un famoso colegio de jesuitas; estuvo allí hasta 1612. Descartes aprendió griego, latín, conoció los clásicos de ambas literaturas. Después realizó otros estudios en la Universidad de Poitiers. Sin embargo, al finalizar el Discurso del método, nos dice: Escribo en francés, que es el idioma que se habla en mi país, y no en latín, lengua empleada por mis preceptores, porque creo que los que se sirvan sin prejuicios de su razón natural juzgarán mejor mis opiniones que quienes sólo dan fe a los libros antiguos. En cuanto a aquellos que además de buen juicio tienen afición al estudio únicos que deseo por jueces-, estoy persuadido de que no serán tan parciales por el latín que se nieguen a escuchar mis razonamientos porque los explico en lengua vulgar.
La lengua francesa sacó por ello ventajas filosóficas sobre la lengua española. Luis Vives, valenciano, amigo de Erasmo, de Tomás Moro, solamente escribió en latín. Francisco Suárez, cuyos textos circularon por Europa y se usaron en muchas universidades, escribió siempre en lengua latina. En lengua española se acuñaron tardíamente las expresiones y términos técnicos indispensables para el pensamiento abstracto.